Los expertos publicarán el año próximo un estudio sobre las piezas de cuarzo encontradas en el conjunto funerario megalítico del Palacio III.
El Correo. 23/05/2010. Iñaki Alonso
Las joyas de la prehistoria estuvieron bien guardadas durante milenios en un paraje del curso alto del río Viar, en el mismo pulmón de la Sierra Norte. Un grupo de investigación de la Universidad de Sevilla, en coordinación con la Universidad de Southampton, excavaron hace años el entorno del Palacio III, un complejo funerario megalítico hallado en Almadén de la Plata, y en el que localizaron “un tesorillo” que ahora pretenden poner en valor.
Ese descubrimiento no son más que varios trozos de cuarzo, de colores, que se consideraban como “los diamantes de la prehistoria”, unido a piezas consideradas “de gran valor”, según explica Leonardo García Sanjuán, profesor del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla y uno de los responsables del grupo Atlas, que lleva años trabajando en este conjunto.
En el Palacio III se han investigado tres estructuras funerarias, que demuestran que fue un lugar sagrado durante muchos siglos: un dolmen de galería, un tholos de la Edad del Cobre y un túmulo de cremación de la Edad del Hierro. En los dos primeros se localizaron la mayoría de esas joyas del pasado. “Los cuarzos eran un símbolo de riqueza y un ejemplo de esa economía de la vanidad que existe hoy en día, pero que también existía en los años 2000 y 3000 antes de Cristo”, precisa el investigador, que incide en que el ámbar, también localizado allí, es un “objeto de prestigio” que permite catalogarlo como un lugar sagrado.
La mayor parte de esa riqueza se localizó en el dolmen, rebautizado como Tesorillo por los propios investigadores. Pese a su mal estado de conservación, encontraron tres anillos de plata, un collar con cuentas de ámbar, un pequeño objeto de cobre y tres piezas de cuarzo de formas diferentes. La aparición de estos tres cuarzos tiene dos hipótesis para estos investigadores: o bien era por un proceso de tesaurización –es decir, guardar las joyas en tiempos de crisis– o bien era una ofrenda o regalo, lo que “pondría aún más en valor el Palacio III”.
El profesor señala en ese punto que detrás de cada cuarzo se esconde un lenguaje de símbolos. Por ejemplo, la cornalina –de color rojo– se asociaba en la antigüedad a la lealtad entre dos personas, mientras el blanco era entendido como una manera de comunicarse con los antepasados.Pero el tesoro no se queda ahí. En el tholos de la Edad del Cobre se hallaron cerca de 200 objetos, como puntas de flecha, láminas de sílex, hachas pulimentadas y vasos cerámicos, entre otros. También había piedras preciosas, concretamente seis cuarzos, lo que remarca el alto valor de ese elemento.
Los investigadores se sorprendieron por el hecho de que aquella comunidad que moraba en esos parajes de la comarca de la Sierra Norte mantuviera sus rituales y pautas culturales durante milenios, algo poco usual. Es más, se plantea que el Palacio III funcionó como algo más que un lugar de enterramiento, casi como un “memorial”.
Esas teorías, que se han ido rumiando por este grupo de investigación desde el inicio de las excavaciones arqueológicas allá por los años 2001 y 2002, esperan exponerlas en un estudio que intentará hacer público a lo largo del próximo año y para el cual contará con la colaboración de nuevo de la Universidad de Southampton, además del respaldo del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el Instituto de Arqueología de la Universidad College London.
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