11 ene 2011 ~ ~ Etiquetas:

José Manuel Galán del CSIC nos explica el binomio turismo y conservación de los monumentos

11/01/2011. Expanión. Rosario Fernández.

El turismo masivo ha provocado el cierre al público de la tumba de Tutankamón. Otras joyas del arte, como las cuevas de Altamira, podrían reabrir. La disyuntiva entre visitas e ingresos y preservación está ahí.

El recientemente anunciado cierre de la tumba de Tutankamón en Egipto por su delicado estado de conservación es solo la punta del iceberg de la situación en la que se encuentran algunos de los grandes monumentos de la humanidad. La mano del hombre es el arma más destructiva para obras que fueron pensadas en condiciones muy diferentes.

Como subraya José Manuel Galán, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), “somos lo peor que le puede pasar al monumento”. La disyuntiva entre más turistas y más ingresos –una razón más que poderosa en tiempos como los actuales– o permitir que lo que ha sobrevivido hasta ahora pueda seguir haciéndolo está ahí.

Pero Egipto, un país en el que la mayoría de sus 14 millones de turistas acuden para disfrutar de su gran patrimonio cultural, parece habérselo tomado muy en serio. El cierre al público de los sepulcros excavados de Seti I y Nefertari, además de la tumba de Tutankamón, y la construcción del Valle de las Réplicas es solo el primer paso de un plan del Gobierno para garantizar el futuro de estas joyas.

Galán, que dirige un equipo que ha iniciado la restauración de una cámara sepulcral de 3.500 años de antigüedad descubierta en 2009 en la necrópolis de Dra Abu el-Naga, asegura que “la humedad que provoca la respiración o el sudor de los turistas que llegan en grupo es el principal problema para la conservación. Aunque la de este faraón no ha sufrido tanto el efecto de los visitantes, sí es la que mayor simbólico e histórico tiene. Tumbas como la de Tutmosis III se encuentran en peor estado”.

La construcción de réplicas se perfila como una solución para su protección. “No se trata de cerrarlas todas, sino de jugar conlas réplicas, abrir unas y cerrar otras”, dice Galán.

La preocupación del Gobierno egipcio por su patrimonio va más allá de sus fronteras. Incluso ha amenazado con retirar un icónico obelisco, conocido como la Aguja de Cleopatra y ubicado en el neoyorkino Central Park desde 1881, a menos que la administración de Michael Bloomberg tome medidas para restaurarlo.

El profesor de Arqueología de la Universidad CEU-San Pablo, Hipólito Sanchíz, alerta del estado en el que se encuentra el Templo de Debod, un regalo de Egipto a nuestro país por ayudar a salvar los templos de Nubia. “Debido a su tipo de piedra, a base de arenisca y caliza, es necesario que lo protejan de la lluvia; de lo contrario, creo que le quedan dos telediarios. A este factor climatológico se le suman los graffitis y el poco cuidado de los turistas”.

El equilibrio entre preservación y turismo está poniendo en jaque las cuevas de Altamira, cerradas al público desde 2002. Un estudio medioambiental elaborado por el CSIC ha determinado finalmente que aunque las condiciones han mejorado desde entonces, “las visitas sí impactan en su conservación”, asegura Galán. El debate entre si las cuevas deben abrirse o no, si han de ser grupos reducidos quienes puedan acceder a ella está abierto. Será un grupo internacional el que elaborará un estudio sobre el que apoyarse para la reapertura de la cueva original.

“Es una decisión casi política”, sentencia el investigador del CSIC, quien añade que “en general, los gobiernos están descuidando el aspecto cultural y de patrimonio histórico. En España, por distintas razones, entre ellas el traspaso de competencias a las autonomías y a los ayuntamientos, la conservación no ha ido a mejor”. Algo en lo que Sanchíz se muestra de acuerdo y añade que “ahora ya no se puede excavar porque no se puede conservar.

Insuficiente

Los 1.864 millones de euros que nuestro país invierte anualmente en la preservación de sus bienes históricos no parece ser suficientes. Tampoco parecen ser bastante lo que el Gobierno italiano destina a su más que vasto legado. Hace unos meses, una de las galerías de la romana Domus Aurea, la villa del emperador Nerón, se derrumbaba.

Las guerras y el saqueo están acabando con el legado de Irak, la antigua Mesopotamia. Y en Pakistán, las ciudades Harappa y Mohenjo-Daro, creadas en 2.500 a. C. en el valle del Indo y que dominaban el área más extensa de todas las civilizaciones antiguas, también tienen graves problemas de conservación. A ellas se suma la Gran Muralla China, donde incluso hace días las autoridades chinas pidieron a los turistas que no visitaran un tramo del monumento, en el que el mal estado provocó accidentes.

Legados que dejar a las generaciones futuras, pero por el que es necesario apostar.

Vía: Paleorama en Red

1 comentario:

Bronceatlantico dijo...

Es fundamental encontrar ese equilibrio. Es peor lo que sucede cuando la ignorancia es grande.
Durante años se han dañado los dolmenes y otros yacimientos en tareas agrícolas o urbanísticas.Si estos yacimientos se ponen en valor se puede controlar su degradación.
Creo que en nuestro país (salvo unos pocos casos) nuestros yacimientos arqueológicos no tienen la repercusión que su interés intrínseco demanadaría.
El riego viene más de su falta de trascendencia pública que de los excesos en las visitas.