16/06/2011. Diario de Sevilla. Juan Luis Pavón.
EN esta semana horribilis para el prestigio político de Monteseirín como alcalde y gestor, dado que por oleadas la realidad le enmienda la plana, la Comisión Nacional de Bellas Artes, con el respaldo del Ministerio de Cultura, zanja la pretensión de exhibir el Tesoro del Carambolo en el Antiquarium de la Encarnación, porque no es un lugar que reúna las medidas de seguridad idóneas para tener en una urna blindada. En estas páginas ya nos pronunciamos en contra de depauperar el Museo Arqueológico, uno de los mejores de España a pesar de lo poco que Sevilla lo valora, a cambio de ennoblecer y justificar las setas con el deslumbrante ajuar tartésico. Carpetazo a una de esas maniobras a contramano que Monteserirín justificaba diciendo que eran fruto de su pasión por transformar Sevilla, y en la que tenía en contra a sus compañeros culturales de partido en la Junta y en el Ministerio. A los que no podía acusar de ser la derechona inmovilista que todo lo zancadillea.
La falta de dinero ha paralizado la remodelación completa del Museo Arqueológico, para convertirlo en un referente atractivo a nivel internacional (contenidos tiene para ello), enclavado en la ruta turística del Parque de María Luisa y cerca de otra que está por rematar: la orilla de los antiguos muelles. El exceso de dinero ha dislocado la revitalización de la Encarnación. A cada problema, una solución. Y la del Antiquarium es ventajosa: abanderar la fascinación por la civilización romana en el corazón de la antigua Híspalis, refundada nada menos que por Julio César. ¿Les parece poco atractivo divulgar el esplendor de la ciudad bajo el imperio más clásico y cinematográfico de la Historia?
Animo a la nueva delegada de Cultura, María del Mar Sánchez Estrella, a conocer a los magníficos arqueólogos y organizadores de exposiciones que hay en Sevilla, para comprender que el potencial cultural y turístico del Antiquarium es muy grande sin necesidad de ubicar a contraestilo el Tesoro del Carambolo allí donde las piedras y mosaicos no lo reclaman. Roma locuta, causa finita.
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