El matrimonio que encontró las estructuras funerarias del Calcolítico de Alcalá reivindica su papel en el hallazgo ante la reciente sentencia del Supremo en la que obliga a la Junta a compensarles económicamente.
07/05/2012. Diario de Cádiz.
Cuando un buen día de septiembre de hace casi ocho años Gil Birués de Segovia se topó con un cuenco en la orilla en la presa de Barbate, nunca pensó que estaba ante el hallazgo de un gran yacimiento del tercer milenio antes del Cristo. Era la primera de las piezas de un rosario de vestigios del Calcolítico que paulatinamente iría descubriendo junto a su mujer, Manuela Lago, en esas provechosas jornadas pesqueras.
La bajada del agua en este mismo lugar permitió una semana después la localización de un hacha, vasijas, cuchillo de sílex, vasos y flechas que tiraron del hilo que llevó posteriormente al descubrimiento de la necrópolis hoy conocida como Monte Bajo, sita en un punto intermedio entre Benalup -donde reside este matrimonio- y Alcalá de los Gazules. Un hallazgo por el que, tras un largo litigio con la Junta de Andalucía, serán premiados legalmente.
Así lo determinó hace unos días el Tribunal Supremo, que rechazó el recurso interpuesto por la administración autonómica contra la decisión que el pasado 2010 adoptó el Tribunal Superior de Justicia de Andalucía de compensar legalmente a esta pareja por el importe total por la que sea tasada la necrópolis en su conjunto.
La Ley de Patrimonio Histórico dice que el descubridor y propietario del lugar tienen derecho, en concepto de premio en metálico, a la mitad del valor que en tasación legal se atribuya.
La Junta saldó en su día tal proeza con la dotación de 1000 euros. Pero Gil y Manuela supieron pronto que la cantidad que les pertenecía por la localización de esta auténtica joya del pasado era mayor. Así que recaudaron 7.900 euros, que corresponde a la mitad del importe de la tasación legal de los materiales que hallaron y entregaron, establecida en 15.800 euros. Ahora tiene que saldar su deuda y cobrar el resto, el perteneciente a la totalidad de la necrópolis.
Un proceso un tanto atípico, con apenas precedentes en la historia de la arqueología española, pero que trata de reconocer la labor de estos afortunados descubridores en la salvaguarda del patrimonio.
"Ahora estamos pendientes de este otro recurso en el TSJA, en el que debe establecerse el valor total de la necrópolis", apostilla el abogado de la pareja, Manuel Hortas.
Para ellos es una victoria "moral más que económica", cuenta el letrado al otro lado del teléfono, en presencia de este apasionado matrimonio, que desde aquel día de septiembre permanece imbuido en los pormenores de la historia que sacude su entorno. "Solo queremos constar como los descubridores porque este yacimiento ha sido para nosotros como nuestro hijo. Pero nos han dado de lado", dice Manuela Lagos, que toma el relevo en la conversación.
Evoca la benalupense aquellos días "tan felices" en los que, paso a paso, se desvelaba el secreto de estos pobladores del pasado, los mismos que en su día dejaron su impronta en las pinturas rupestres del Tajo de las Figuras.
Cuando dieron parte a Delegación de Cultura dos arqueólogos, Alfonso Pando y Lorenzo Perdigones, se personaron en la zona para constatar el relevante hallazgo.
Confirmaron en enero de 2005 la existencia de una necrópolis prehistórica del Calcolítico (del tercer milenio y comienzos del segundo milenio antes de Cristo), con abundante material asociado y restos de al menos diez individuos pertenecientes a diversas generaciones de la misma familia, clan o poblado, entre otros vestigios.
Según narra este matrimonio, "tras interponer por escrito una actuación urgente para evitar el expolio -pues la bajada de las aguas del pantano dejaron a la intemperie nuevas estructuras- comenzó la excavación", recuerda de aquellos días de vigilia.
La segunda parte de la intervención la emprendió finalmente un equipo de la UCA liderado por María Lazarich, en la que participaron como voluntarios.
Un estudio exhaustivo confirmó la presencia de cuatro estructuras funerarias excavadas en la roca de época Calcolítica. Son tumbas colectivas con enterramientos secundarios (osarios), algunos cremados. También se documentaron destacados ajuares integrados por vasijas cerámicas, hachas y azuelas de piedra pulimentada, laminitas de cristal de roca, cuentas de collar de variscita y hojas-cuchillos talladas en sílex.
Junto al equipo de arqueólogos y expertos aprendieron a saborear la historia, la de aquellos antepasados con los que compartieron, aunque en distintos milenios, este pedazo de tierra del Parque de los Alcornocales.
"Pero no se nos reconoció nuestro papel en el hallazgo", lamenta Manuela Lagos, quien recuerda el entusiasmo que volcaron en la excavación. "Ayudábamos a extraer los cubos de barro y Gil llegó a sacar incluso piezas delicadas. Fue apasionante", reconoce con cariño Manuela.
A este hallazgo siguió el impulso de la arqueología prehistórica de la zona. Se construyó el Centro de Interpretación del Cádiz Prehistórico de Benalup y se consolidaron las pinturas rupestres del Tajo de las Figuras que, por cierto, todavía permanece cerrado a la espera de que la Consejería de Cultura y el Ayuntamiento de Benalup emprendan por fin el proyecto que posibilite el acceso a este yacimiento referente en el arte rupestre nacional. También se habilitó en el Centro de Visitantes de El Aljibe de Alcalá una sala dedicada a este último hallazgo con reproducciones de este yacimiento del Calcolítico. Otra recompensa para los descubridores de la necrópolis, que han visto crecer la historia de su tierra.
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