01/05/2016. El Mundo. FRANCISCO JAVIER RECIO
LA JUNTA de Andalucía ha anunciado esta semana la inscripción como Zona Arqueológica protegida del yacimiento del Carambolo. No está mal. Al fin y al cabo, sólo han pasado 58 años desde que un albañil de los que trabajaban en el Tiro de Pichón le diera un castañazo a una de las piezas del Tesoro del Carambolo y que el catedrático Juan de Mata Carriazo determinara -ahora sabemos que erróneamente- que había aparecido el más significativo vestigio de la cultura tartésica. Un niño que hubiera nacido el 30 de septiembre de 1958, el día del hallazgo, estaría hoy contando los días que le quedan para su prejubilación en un ERE subvencionado, pero ése es el tiempo que hemos necesitado -euforias folclóricas aparte- para darnos cuenta de la importancia de proteger un terreno cuyas entrañas podrían dar respuesta a muchas de las incógnitas de nuestro pasado, y el plazo también que la Administración ha precisado para formalizar el correspondiente expediente.
Ojalá no hayamos llegado tarde. La última vez que estuve en el Carambolo, hace un par de años, el cerro con mejores vistas sobre la ciudad no tenía nada que envidiar a un estercolero. Sobre la historia milenaria de Sevilla que esconde su subsuelo había restos de fogatas y botellones, escombros de obras, tripas de muebles y desperdicios de diverso -y repugnante- origen. Sólo los vestigios aparecidos en la última excavación están protegidos: unos cofres de hormigón los ponen a salvo de los vándalos, los expoliadores y las inclemencias meteorológicas. Pero también de la luz y del conocimiento de los ciudadanos. Bajo una capa de basura y una losa de cemento armado está escondido el resto del tesoro del Carambolo, que no es de oro macizo pero que pone de manifiesto dónde vivíamos, en qué dioses creíamos, cómo nos alimentábamos y, en definitiva, quiénes éramos hace varios miles de años. Fuera de esa urna de hormigón quedan, al socaire de los expoliadores, sin una mala valla que impida el acceso de cualquiera, un terreno sembrado por la Historia del que apenas conocemos nada.
El Carambolo arrastra una relación de desaires que empieza por la forma en que el Ayuntamiento de Sevilla se hizo con la propiedad del tesoro hallado en 1958, por el que pagó un millón de pesetas para evitar que las piezas acabaran en el Museo Arqueológico de Madrid, y que concluye con la esperpéntica pelea de corral de vecinos entre el gobierno municipal de Juan Ignacio Zoido y la Junta de Andalucía por dirimir dónde se exponen sus piezas. En medio, hay muchos más episodios delirantes: el de la Junta de Andalucía y el Ayuntamiento de Camas concediendo las licencias para construir un hotel en pleno yacimiento arqueológico; la bronca entre Rojas Marcos y Jesús Aguirre después de que éste encargara a un joyero madrileño una copia del tesoro para exponerla en el Pabellón de Sevilla de la Exposición Universal; o el rostro lívido del antiguo director del Museo Arqueológico, Fernando Fernández, al contemplar cómo el ex alcalde Monteseirín cogía con sus manos desnudas un brazalete del tesoro y se lo tendía a una periodista como si se tratara de una pieza de bisutería.
Como Monteseirín, todos quisieron en alguna ocasión poner sus manos sobre el tesoro o sobre el cerro que lo guardó durante centenares de años, desde el Museo Arqueológico Nacional a la inmobiliaria de Gabriel Rojas, donde aún se estarán lamentando de haber comprado los terrenos y proyectado el hotel. Todos han querido poseerlos pero nadie parece dispuesto a gastarse el dinero que cuesta conservarlos con la dignidad que merecen. El Arqueológico de Sevilla aguarda desde hace años la inversión necesaria para convertirse en un centro cultural simplemente contemporáneo -no aspiramos a más- que permita sacar de una vez el tesoro original de la caja fuerte de un banco y exponerlo al público, mientras que el yacimiento arqueológico malvive con sus restos encriptados y los terrenos por excavar utilizados como botellódromo y entregados a los expoliadores.
3 comentarios:
Y qué se puede hacer?
¿Que se puede hacer?
Mejor digamos qué se podría hacer. Para empezar señalemos el extraordinario valor del famoso Tesoro del Carambolo, que parece absorber todo el interés para Sevilla marginando el Sitio arqueológico del que procede; el mayor santuario de Astarté en el occidente Mediterráneo. Ahora que es BIC (que ya han tardado), la obsesión sigue siendo quien y donde se expone el Tesoro en la capital, el brillo del oro ciega a todos.
Lo que se debería hacer:
¿Qué tal un Plan Director?
¿y un proyecto subcomarcal de Territorio Cultural junto a los Dólmenes, Itálica, San Isidoro,el paraje de Torrijos y el Paisaje Protegido de los Cerros del Aljarafe?
Pues para el Cerro del Carambolo:
- Adquisición o expropiación pública del terreno del yacimiento.
- Protección perimetral y continuación de las excavaciones científicas.
- Habilitación y musealización de zonas ya excavadas.
- Guardería y apertura divulgativa al público.
- Habilitación del mejor y más cercano mirador sobre Sevilla.
- Demolición de la Barriada de la Sorda.
Pero no quieren. Lo interesante es el tesoro, no la Historia, y allí sigue encerrado en la caja de un banco porque tampoco hay dinero para exponerlo con seguridad en el Museo Arqueológico Provincial.
En fin, queda que los ciudadanos y las entidades locales pongamos en claro los objetivos y que no dejemos de reivindicar lo que merece éste lugar tan importantey enigmático en nuestra Historia
¿Se puede crear un proyecto y presentarlo para que lo financie la Comunidad Europea?
No soy docta en nada pero habrá que empezar por los cimientos. Si no hay dinero pues habrá que buscarlo. Leí que la Unión Europea financia muchos proyectos que están presentados en forma y tiempo.
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