Las sociedades prehistóricas que usaron el cuarzo para hacer sus herramientas en vez del sílex también eran comunidades complejas y avanzadas, según los nuevos estudios recogidos en un monográfico de la revista Quaternary International.
07/02/2017. EFE.
El cuarzo, pese a ser uno de los minerales con mayor presencia en la corteza terrestre, ha sido considerado tradicionalmente por los arqueólogos como un recurso de escasa importancia, propio de sociedades arcaicas.
En cambio, estos nuevos estudios demuestran la complejidad económica, tecnológica, social y simbólica equiparable a la registrada en los grupos que habitaban otros territorios donde el sílex era un material frecuente, y al que se le ha dado más valor.
Según los investigadores, estos resultados pueden considerarse como una prueba evidente de la flexibilidad y capacidad de adaptación de las sociedades prehistóricas a los cambios y condicionantes de los diversos territorios.
El monográfico es fruto del trabajo de miembros del GEPN-AAT (Grupo de Estudios para a Prehistoria do Noroeste Ibérico- Arqueoloxía, Antigüidade e Territorio) de la Universidad de Santiago de Compostela y del Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES), que lo han editado conjuntamente.
Durante millones de años y hasta la generalización de la metalurgia, hace apenas unos milenios, la fabricación de herramientas líticas fue un aspecto fundamental de la economía y tecnología de las sociedades prehistóricas, por lo que su estudio es importante para que los arqueólogos puedan comprender y reconstruir las sociedades pasadas.
En ese sentido, la investigación se ha centrado tradicionalmente en aquellas herramientas hechas en sílex (que, de hecho, es un tipo de cuarzo), dado que esta roca presenta una mejor calidad para la talla, lo que facilita la fabricación de piezas más complejas e, incluso, más atractivas desde un punto de vista estético.
Sin embargo, en aquellos territorios en los que el sílex es una materia prima muy escasa, como en Galicia o el extremo Noreste de la Península Ibérica, los grupos prehistóricos tuvieron que recurrir a otros materiales, como el cuarzo.
Pese a ser uno de los minerales más comunes de la corteza terrestre, se había prestado muy poca atención al estudio de estos materiales, ya sea en su variedad más común, el cuarzo lechoso, o en su variedad más pura, el cristal de roca.
Los investigadores lo han considerado tradicionalmente como un mero recurso de sustitución, de mala calidad, y que no permitía obtener la misma estandarización morfológica de las herramientas que en sus homólogos en sílex.
Esta aproximación llevó a que, en algunos casos, se tachase de arcaicos a los grupos prehistóricos que fabricaban sus herramientas en cuarzo.
Sin embargo, el monográfico reúne 16 contribuciones de especialistas nacionales e internacionales que explican el papel que el cuarzo jugaba en las sociedades prehistóricas desde un punto de vista económico, tecnológico, funcional y simbólico.
Según los autores, estas contribuciones ayudan a romper con los paradigmas tradicionales de la arqueología y aclaran el conocimiento que estos grupos prehistóricos tenían sobre este material y las posibilidades que les ofrecía, llegando a tallar piezas de gran valor estético y simbólico, como la daga en cristal de roca de Montelirio (Valencina de la Concepción, Sevilla).
Los estudios resaltan que, además de tener propiedades mecánicas y funcionales equiparables a las de otros materiales de buena calidad, el cuarzo muestra propiedades específicas que lo dotaron de un valor simbólico y mágico para diferentes sociedades prehistóricas, como refleja la presencia de prismas y cristales de roca en muchos ajuares megalíticos de la fachada atlántica europea.
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