Los ecosistemas sufren tal presión que pueden no recuperarse jamás
El Aljarafe como territorio no aguanta ya mucho más. No es que sea una gran novedad, porque el sentido común viene pregonándolo desde hace tiempo, pero ahora también lo resalta un estudio que alerta de que se está a punto de superar un punto sin retorno: aunque deje de sufrir agresiones, su degradación ya no tendría marcha atrás.
El Correo de Andalucía. 18/09/2008. Antonio Morente
En la comarca del Aljarafe “ha desaparecido casi totalmente el paisaje original”. La voz de alarma la da el geógrafo Francisco Borja, profesor de la Universidad de Huelva y gran conocedor de un territorio –fue uno de los responsables de la regeneración ecológica del Guadiamar tras el vertido tóxico de Boliden– al que la presión de la mano del hombre “está llevando al límite”. Y la cosa, advierte, puede ser aún peor.
Así lo defiende en su estudio Territorio Aljarafe: modelo natural y paisajes culturales, presentado en la reciente Jornada Arqueológica del Aljarafe y en el que alerta de que los ecosistemas de la comarca “dan síntomas de saturación, está a punto de superarse la línea en la que no podrán volver a su ser aunque ya no se ejerza esta presión”. Un dato refleja cómo han cambiado las cosas: en 1956 el suelo ocupado por usos urbanos era del 2%, cifra que en 2005 era del 18%.
Esto se ha traducido en una pérdida de riqueza vegetal, hasta el punto de que lo que queda es bastante pobre. “No existe prácticamente flora arbórea originaria, sólo se conserva un matorral mediterráneo de cierta intensidad”, sobre todo en la parte occidental de la cornisa. Lo que sí se nota es la presencia de “especies oportunistas que acompañan” el avance del hombre, como la extendida y despreciada ortiga.
Así fue. ¿Y cómo sería el Aljarafe de haber sufrido una presión menor? Pues con menos edificaciones y una agricultura no tan extensiva estaríamos hablando de un denso encinar con matorrales como el lentisco, el espino negro, el jazmín silvestre, la coscoja, el torvisco... El paisaje se completaría con tomillares y otras plantas aromáticas en las zonas más densas y umbrías, amén de bosques de ribera escoltando a sus principales ríos.
Para intentar que la degeneración no pase a mayores aún más irreparables, Borja urge a la rehabilitación de los ecosistemas fluviales y de matorral mediterráneo, estableciendo corredores ecológicos y culturales rumbo a sus principales enclaves arqueológicos, como Itálica o los dólmenes de Valencina.
ARQUEOLOGÍA. Odio y amor con el urbanismo
Paradojas de la vida, el urbanismo agresivo que ha sufrido el Aljarafe ha tenido también su cara positiva, por mucho que sorprenda la afirmación. Así lo defiende el arqueólogo Fernando Amores, que en el marco de la Jornada Arqueológica del Aljarafe, organizada por la Fundación Itálica, llamó la atención sobre que "el desarrollo urbanístico ha propiciado descubrimientos porque abre yacimientos". El ejemplo más claro lo tenemos en El Carambolo, de cuyas entrañas salió el tesoro tartesio en las obras del Tiro de Pichón en Camas.
Y las cosas no quedan ahí, porque incluso un yacimiento puede tener varias vidas. "El Carambolo es un lugar que parecía ya agotado pero ahora ha revelado secretos, y ha sido una actuación urbanística lo que lo ha propiciado", resalta.
Eso sí, "la cultura es un elemento fastidioso para el urbanismo", al que frena con sus cautelas proteccionistas. En este sentido, Amores subraya "la paradoja entre el enorme valor cultural de los yacimientos y su escasa protección", en parte porque la conciencia conservacionista surgió tarde. La protección arqueológica es una "reclamación de la sociedad", que ha hecho presión "porque tiene sensación de peligro ante la transformación tan veloz del entorno".
Lo curioso es que al final la protección tiene efectos beneficiosos más allá de los que puedan pensarse, como demuestra la parte blindada de Itálica: "se ha convertido en un refugio importante de fauna en el que, además, se ha mantenido el medio rural" clásico.
Un parque cultural que crezca
La Jornada Arqueológica del Aljarafe sirvió para que la Fundación Itálica reivindicase para la comarca la creación de un parque cultural, una figura de gestión del patrimonio que se incluye en la nueva Ley de Patrimonio pero que todavía se tiene que desarrollar reglamentariamente. El presidente de la Fundación, José Rodríguez de la Borbolla, apuesta por un parque cultural que abarque las "zonas más consolidadas": Itálica, monasterio de San Isidoro, dólmenes de Valencina y Castilleja de Guzmán y el cerro de El Carambolo. Una vez con este germen, Borbolla no descartaría que el parque -una fórmula con la que los ayuntamientos están en los órganos de gestión- se extienda para acoger a otros enclaves de la comarca.
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