Entrevista a María Luisa de la Bandera
El Correo de Andalucía. 02/10/2009
Su tesis doctoral versó sobre orfebrería orientalizante, por lo que el Tesoro del Carambolo es su pan de cada día. Es directora del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Hispalense y hoy, día en que se inaugura la muestra sobre el 50 aniversario del hallazgo del conjunto, reflexiona sobre su excepcionalidad.
-¿Qué tiene el Tesoro del Carambolo que tanto fascina a propios y extraños?
-Pues, simple y llanamente, que es un conjunto único, excepcional y sin parangón porque, tal como están y son, no hay otras iguales en ninguna otra parte. Hay otras piezas arqueológicas tanto o más ricas y tanto o más complejas en su elaboración, pero éstas, reitero, son únicas. De ello se dieron cuenta sus primeros investigadores, con Blanco Freijeiro y E. Kukahn, además de Mata Carriazo, ya se quedaron impresionados a finales de los 50, cuando se produjo el hallazgo. Y todavía hoy impresiona porque el tesoro tiene unas características muy particulares. Uno no se encuentra así como así con joyas de esta calidad de entre los siglos VII y VI antes de Cristo...
-Además de impresionar, sigue rodeado de un aura de misterio del que, así que pasen los años, no se desprende...
-Usted lo ha dicho: no todos sus misterios están respondidos. Y eso es bueno porque acentúa aún más el valor del conjunto.
-De todas formas, el avance crucial se produjo a raíz de las excavaciones arqueológicas realizadas entre 2002 y 2005, que han permitido dar con la tecla de lo que allí había, que no eran las cabañas de un poblado, sino nada menos que un santuario fenicio o, como ustedes prefieren decir, orientalizante.
-Ese avance ha sido crucial porque se ha aplicado una interdisciplinariedad y unos recursos técnicos que en 1958 no se tenían, y menos con la urgencia con que se excavó entonces...
-Al margen de lo que entra por los ojos, porque es una filigrana de orfebrería, ¿dónde radica el verdadero valor del Tesoro del Carambolo?
-El tesoro lo forman 21 piezas. De ellas, salvo el collar, que responde por hechura a un momento algo posterior (aunque no se puede asegurar a ciencia cierta, pero parece que es así), el resto de piezas, 20, presentan un grado de analogía bastante elevado, y su importancia crucial radica en su propia manufactura. Es decir, hoy sabemos que se hicieron en ese momento inicial en que confluyeron o se mezclaron dos concepciones distintas, dos sociedades: la oriunda del sur peninsular, que operaba con métodos de producción propios del Bronce final; y la que llegaba de Oriente, del Mediterráneo, llamémosle fenicia, con sus métodos de producción propios. Y esa convivencia quedó patente en un microcosmos específico: el taller de orfebrería en que se tallaron las piezas. Insisto: salvo el collar, las piezas pertenecen a un momento de mezcolanza que es el que nos da pie a llamarlo orientalizante-tartésico. Y aquí encontramos el gran valor que, por encima de todo, posee el Tesoro del Carambolo.
-Qué argumento para una novela... ambientada en ese taller.
-Además, sabemos que en esas 20 piezas se distinguen los trabajos de al menos cuatro orfebres, tanto oriundos como fenicios, que compartieron conocimientos. El collar, sin embargo, fue hecho por un solo orfebre que, por su ejecución, sería fenicio.
-Yo creía que las 21 piezas del tesoro eran de un mismo ajuar.
-No, no representan un todo. Se trata de un conjunto de piezas valiosas que por alguna circunstancia (un peligro, un momento de desestabilización social...) alguien ocultó. Sólo que no fue recuperada hasta 1958, cuando apareció. Sabemos cuándo se produjo el momento de esa ocultación, que fue a mitad del siglo VI a.C. Entonces se abandonó aquel santuario instalado en el hoy llamado Cerro del Carambolo.
-¿De cuánto oro está compuesto el tesoro?
-Sus 21 piezas suman alrededor de tres kilos.
-El collar es enigmático...
-Es el llamado collar de los sellos porque sus colgantes tienen la forma de los sellos que usaban los monarcas. En este caso, tiene un valor simbólico, y es muy posible que en el interior de cada sello llevasen algo dentro que los hicieran sonar como si fuesen cascabeles, aunque la verdad es que los sellos nunca se han abierto.
-La función del collar está clara: lo lucía en el santuario el sacerdote. ¿Pero qué pasa con el resto? ¿Hay consenso?
-Juan de Mata Carriazo, cuando investigó el tesoro en 1958, planteó la hipótesis de que se trataba del ajuar de Argantonio, rey de Tartessos. Aquello formó parte del ambiente de la época. Fue una interpretación muy barroca que tuvo una divulgación muy rápida y un efecto a nivel social instantáneo. Como propaganda fue efectísima: que la había hecho un mismo orfebre, que era lo más genuino de Andalucía porque era tartésico...
-¿Y?
-Hay una tesis más actual que defienden mis colegas Fernando Amores y José Luis Escacena, que interpretan que los pectorales son frontiles que lucían los toros y vacas cuando eran sacrificados en honor de las divinidades de Baal y Astarté, y el resto de piezas elementos decorativos de los animales cosidos a una tela.
-Su tesis es...
-Que no era ni funcional ni viable poner tantas piezas pegadas a una tela. Me niego a pensar que unas joyas tan refinadas y de oro (asociado a los dioses en la Antigüedad) las luciesen toros y vacas, por mucho que se diga que en ese momento representaban a las divinidades. Me inclino en cambio por que la mayor parte de las piezas adornarían una especie de representación del dios realizada con forma quizás de toro o de simple piedra sin forma.
-¿Cuál es el lugar apropiado para exhibir el tesoro?
-Sin duda, el Museo Arqueológico de Sevilla. Eso es inapelable.
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