Restos de la muralla almohade en el centro de interpretación arqueológica de San Juan de Aznalfarache, recién terminado. |
02/11/2011. ABC.
El metro ha supuesto toda una transformación para San Juan de Aznalfarache, no sólo en materia de movilidad ya que ha revitalizado parte de su espacio urbano y ha permitido recuperar una parte importante, y desconocida por muchos, de su historia. La ejecución del túnel con la que la línea 1 atraviesa el cerro de San Juan sacó a la luz restos arqueológicos de tal importancia que la Consejería de Obras Públicas asumió su recuperación y la ejecución de un centro de interpretación que saca a la luz parte de la historia de San Juan y aventura muchas más posibilidades, ya que sólo en este emplazamiento los trabajos arqueológicos se han descubierto restos turdetanos, romanos y almohades.
Todo empezó allá por 2004, cuando se iniciaron los trabajos previos a la construcción del túnel del metro. Laura Mercado, arqueóloga contratada por la constructora y el Ayuntamiento de San Juan, y Florentino Pozo, arqueólogo de la dirección de obra, cuentan que se sabía que la zona era un área de riesgo arqueológico. Y es que hace aproximadamente 2.500 años el río llegaba, como lago Ligustino, hasta Coria, con lo que todos los asentamientos que había en torno a sus orillas adquirieron una importancia estratégica y comercial como puertos fluviales. Entre ellos estaba la antigua Osset, hoy San Juan, sobre todo esta zona en la que se iba a actuar, conformada por dos cerros y una vaguada, rellena por el paso del tiempo, que podría guardar muchos restos.
Por ello, cuando allá por noviembre de 2004 se iniciaron los trabajos previos a la construcción del túnel ya se preveía que allí pudiera haber, como mínimo, restos de la muralla almohade. Así fue, el hallazgo fue de tal importancia que incluso modificó el sistema de construcción del túnel —de entre pantallas pasó a ser en mina, más «manual»— para evitar riesgos.
Siete años después el trabajo arqueológico ha sacado a la luz restos que delatan la importancia de la zona y que están distribuidos en dos áreas de la intervención, un espacio próximo a la entrada del ascensor que comunica la barriada del Monumento con la estación San Juan Bajo y la zona por donde pasa el túnel. En la primera se han hallado dos aljibes de gran tamaño de lo que con toda probabilidad fue una domus (casa) romana de grandes dimensiones. En el primer aljibe se encontraron algunas ánforas, en el segundo llama la atención sus dimensiones, de unos 8 metros de largo y 2,5 metros de profundidad y eso que lo que se hallado estaba en el sótano de la casa —lo que estaba en superficie ya se encargó el tiempo y los sucesivos usos dado al espacio de destruirlo—, y un suelo hecho de ladrillo en espiga de pez muy bien conservado.
D Desde la sala donde se conservan estos aljibes se atraviesa una plaza pública en parte de la cual se ve el trazado de la antigua muralla almohade con una pieza de «acero corten» y un sillar que se ha conservado. Cerca de allí se levanta el nuevo centro de interpretación que, en superficie, se configura como dos edificios separado por un camino que —explica Tomás Benito, del estudio arquitecónico Campos-Alcaide, autor del proyecto del centrode interpretación y del espacio público— a la par que sirve de paso peatonal entre el ascensor y la plaza donde llega el autobús público, recuerda el antiguo camino que, durante siglos sirvió de conexión entre el Aljarafe y Triana. En el interior de esos dos edificios —uno marcado con el nombre turdetano de San Juan, Oppidum Osset, y el otro con el romano, Oset Iulia Constantia— se accede a la historia a través de una pasarela que sobrevuela —anclada en el techo—, los restos allí hallados; de hecho, el edificio está sustentado
en las losas de hormigón que le dan forma y dos únicos pilares. La iluminación se ha resuelto con una caja de policarbonato que da una luz tenue a los restos.
D Esa estructura da configuración a un espacio que tuvo diferentes usos como han testimoniado los trabajos arqueológicos. Allá por el siglo III antes de Cristo los turdetanos ubicaron allí un lagar para fabricar vino, restos que no se mostrarán al público porque se ha optado por cubrirlos para conservarlos. Luego llegaron los romanos y convirtieron el lugar en una plaza pública porticada con un muro perimetral, de la que se han conservado restos de la muralla, una fuente con un canal rebosadero, y la base de lo que fue un edificio público. Junto a ellos se encuentran restos de la muralla almohade: los árabes, aprovechando los sillares de los edificios romanos construyeron en la zona una fortificación que dieron en llamar Hins Al-Faray, de donde viene el nombre de San Juan de Aznalfarache. Parte de esa muralla ha llegado a nuestros días en mal estado pero conserva los restos de dos torres desde la que controlaban el acceso al camino que llevaba a Sevilla; durante los trabajos también
se localizó un cementerio almohade junto a una de las puertas de la muralla.
El espacio se completa con una sala donde, sobre la imagen de los restos turdetanos, se proyectará un video explicativo.
Para hacer posible este espacio la Consejería de Obras Públicas ha invertido 1 millón de euros. En estos días el espacio pasará a ser responsabilidad del Ayuntamiento de San Juan que deberá musealizarlo y regular su régimen de visitas.
M. D. ALVARADO
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