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El Gobierno andaluz declara Zona Arqueológica el yacimiento de El Carambolo en Camas


Piezas del Tesoro del Carambolo
La Junta protege el cerro donde en 1958 se encontró el tesoro tartésico, enclave fundamental de las primeras culturas del Bajo Guadalquivir
26/04/2016. Junta de Andalucía.

El Consejo de Gobierno ha acordado inscribir en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la tipología de Zona Arqueológica, el yacimiento de El Carambolo, situado en el término municipal de Camas (Sevilla). Este enclave, donde en 1958 se produjo el hallazgo del tesoro tartésico del mismo nombre, es uno de los lugares fundamentales para el conocimiento de las primeras culturas asentadas en el Bajo Guadalquivir y en el suroeste de la Península Ibérica.

La zona protegida, con una superficie de 29.450 metros cuadrados en la parte alta del Cerro del Carambolo, comprende la totalidad del yacimiento y de los vestigios materiales de sus cinco fases de ocupación, correspondientes a los periodos Calcolítico (2500-1700 a.C.) y del Bronce Final (1400-1100 a.C.); la Protohistoria tartésica y fenicia (siglos IX al VII a.C.), y la época contemporánea. De esta última se incluyen un emplazamiento artillero de principios del siglo XIX y el edificio de Tiro de Pichón (segunda mitad del siglo XX).

El decreto de inscripción delimita también un área adicional de protección de 495.080 metros cuadrados que abarca todo el perímetro del cerro, incluyendo las laderas que se han mantenido libres de edificaciones. Se salvaguarda así uno de los hitos paisajísticos más sobresalientes del entorno metropolitano de Sevilla, un territorio donde los puntos elevados son muy escasos. Su visibilidad sin alteraciones es fundamental para entender la posición estratégica que motivó la temprana ocupación del enclave.

Asimismo, la norma aprobada inscribe como Bienes de Interés Cultural el tesoro tartésico y cinco piezas encontradas en las excavaciones, todas conservadas en el Museo Arqueológico de Sevilla. Entre ellas destaca el exvoto de la diosa Astarté, cuya inscripción frontal constituye uno de los testimonios más antiguos y extensos de lengua fenicia en la Península Ibérica.

Todos estos bienes muebles corresponden a la Protohistoria, la tercera y más importante de las cinco fases de ocupación del yacimiento. Las sucesivas excavaciones realizadas a partir de 1958 subrayan, como elemento fundamental de este periodo, la existencia de un santuario erigido por los fenicios hacia mediados del siglo VIII a.C., sobre el que se habrían construido edificaciones que mantuvieron el carácter sagrado del lugar durante algo más de 200 años. Este centro ceremonial, posiblemente el de mayor entidad de la comunidad fenicia que ocupaba la antigua Ría Bética, alcanzó una amplia proyección territorial como lugar de referencia en las rutas de navegación que unían el Guadalquivir con el Atlántico y el Mediterráneo.

Los principales vestigios de este periodo, conocido como orientalizante o tartésico, corresponden a varios edificios superpuestos en la corona del cerro. El denominado ‘Complejo A’, orientado hacia el Este y construido con muros de ladrillo de adobe, ofrece restos de pavimentos realizados con conchas marinas perfectamente alineadas y de gradas decoradas en damero rojo y negro o fajas alternas rojas y blancas. Algunos fragmentos fueron extraídos como muestras para su depósito en el Museo Arqueológico de Sevilla. Destacan también un altar circular y otro en forma de piel de toro.

A mediados del siglo VI a.C., las edificaciones del conjunto se destruyeron parcialmente y fueron reutilizadas para usos metalúrgicos y artesanales, como atestigua la localización de catorce hornos en el lateral suroeste del cerro.

Bienes muebles

Respecto a los bienes muebles vinculados al yacimiento, el más destacado es el del Tesoro del Carambolo. Se trata de un conjunto único y original, sin paralelos próximos, que parece ser obra de un taller local con un desarrollo propio, orientalizante tartésico, diferente del puramente oriental de carácter colonial. Integrado por 21 piezas huecas de oro con un peso de casi tres kilos, consta de dos brazaletes, dos colgantes en forma de piel de toro, ocho plaquetas con decoración de rosetas, otras ocho con decoración de semiesferas de polo rehundido y un collar de pseudosellos.

Otros objetos singulares procedentes del área excavada en 1958 por el profesor Juan de Mata Carriazo son, además del citado exvoto de la diosa Astarté, una pieza cerámica en forma de barca con un caballo en la proa, una cadena con apliques de oro, un escarbeo pétreo de color azul y otro de pasta blanca en cuya base aparecen motivos jeroglíficos egiptizantes.
Respecto a las otras cuatro fases de ocupación, de la primera (Calcolítico) se conservan 14 fosas-silos, así como hogueras y un enterramiento infantil, mientras que del Bronce Final se han identificado varias fosas rellenas por detritos que podrían tener un carácter ritual. Una vez abandonado a partir del siglo VI a.C., y después de casi veinticinco siglos, el cerro tuvo un breve uso militar como emplazamiento artillero, posiblemente vinculado a la Guerra de la Independencia (1808-1814).

La última fase corresponde a la edificación de las instalaciones de la Real Sociedad de Tiro de Pichón en la primera mitad del siglo XX. Las obras para su ampliación y mejora motivaron el hallazgo casual del Tesoro del Carambolo en 1958 pero también ocasionaron la pérdida de la parte superior de estratigrafía arqueológica y del propio yacimiento en tres laderas del cerro.

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