17/01/2018. Andalucía Información. MANUEL PIMENTEL
Tartessos se debate entre el mito y la historia, entre la leyenda y la arqueología. Debemos sus primeras referencias escritas, cómo no, a textos de la Grecia clásica, que cantaron con admiración y asombro las riquezas proverbiales, en plata, cobre, pesca, agricultura y ganadería, del lejano país que cerraba el Mediterráneo al occidente, allá donde el sol se perdía, herido de crepúsculos, en las entrañas de la mar océana, morada de dioses fieros y de monstruos terribles y desmesurados. Fueron los griegos los que enviaron a su superhéroe Hércules hasta nuestra lejana tierra para desarrollar dos de sus penosos trabajos. Primero, robó los bueyes a Gerión, rey de los Tartessos, y después hurtó las manzanas del Jardín de las Hespérides. Hércules fue un héroe divinizado por muchas culturas mediterráneas de la antigüedad, pero también por nosotros, hasta hoy en día. No en vano, el mito nos cuenta que fundó, entre otras, la mismísima ciudad de Sevilla. Bien hizo, pues, el bueno de Blas Infante en otorgarle el protagonismo en el escudo de Andalucía. Como herederos de Tartessos que somos, mejor aún está que continuemos reverenciando a nuestro padre Hércules.
Gárgoris y Habidis, Argantonio, Nórax y otros tantos nombres reales configuran una dinastía tartésica bien referenciada en narraciones y mitos griegos, después replicados por los posteriores navegantes y cronistas romanos. Pero como los españoles, en general, y los andaluces, en particular, habitamos en la ajenidad de nuestra propia historia, nadie parece darse por aludido cuando los poetas y los locos cantan a la Atlántida y al Tartessos que cimientan nuestra cultura ancestral. Pues, bien, se pongan como se pongan, Tartessos existió y nosotros heredamos sus tierras, su cultura y parte de su sangre, mestizada, afortunadamente, por el riquísimo afluente de razas y culturas que recalaron en nuestro ubérrimo solar.
Y, ¿dónde está Tartessos? Schulten y Bonsor buscaron desesperadamente la ciudad de Tartessos bajo las arenas del Coto de Doñana, mientras muchos se reían de ellosy los tomaban por locos. Pero también tomaron por loco a Schliemann hasta que terminó descubriendo Troya en el lugar en que la Iliada la había descrito. Desde entonces, la ciencia comenzó a tomar en serio al mito, porque bajo las leyendas se encuentra el tesoro de la realidad. Schultenfracasó en su intento de localizar la urbe, pero legó Tartessos para la ciencia. Desde entonces, sobre todo a partir del descubrimiento del fabuloso tesoro del Carambolo, los hallazgos arqueológicos se multiplicaron. Doña Blanca, Coria, Alcorrín, Tejada la Vieja… Ya son muchos los yacimientos que demuestran la existencia una rica civilización que se extendió, aproximadamente, entre el año 1000 hasta el 500 antes de Cristo, hondamente influida por el mundo fenicio con el que comerció los ricos metales de Sierra Morena.
Aunque todavía existe un vivo debate entre los arqueólogos sobre la naturaleza e interpretación del mundo tartésico, Tartessos es ya una evidencia arqueológica. Aún queda mucho por conocer e interpretar, pero Tartessos ya ha logrado despojarse de muchas de las brumas y de las muselinas del mito para mostrarse con la solidez y los perfiles definidos de una realidad histórica. Pero, ¿dónde se encuentra su capital, la ciudad de Tartessos? Los científicos responderán que aún no ha aparecido, pero, los poetas, afirmarán que Tartessos ya vive entre nosotros; se encuentra bajo nuestros pies, enterrado bajo nuestros campos y bajo muchas de nuestras ciudades y pueblos. Tartessos se percibe en nuestras romerías, en muchas de nuestras costumbres, en nuestros cielos. Tartessos, de alguna manera, se encuentra en nosotros. Somos Tartessos, y nosotros sin enterarnos.
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