La hornacina de la cámara circular de esta construcción megalítica no figura en los textos históricos y difiere de la “uniformidad estructural” del recinto.
01/05/2020. Red Historia. Fernando Barroso.
La investigación de la Prehistoria es uno de los campos científicos que más interés despierta, dado el gran número de interrogantes sobre las vicisitudes de las sociedades de dicho periodo de la Humanidad, tan distante en el tiempo como apasionante.
En algunas ocasiones, además, los estudios de tal índole motivan descubrimientos que incluso exceden del ámbito de la Prehistoria.
Es el caso, por ejemplo, de los 23 proyectiles de 9 milímetros descubiertos en 1991 en el atrio del dolmen de Menga (Antequera, Málaga), que según una investigación de 2016 derivarían de “asesinatos” perpetrados poco después del golpe de estado de julio de 1936 por miembros del bando republicano, antes de que los sublevados ejerciesen su “violencia represiva”.
Así sucede también con un estudio de 2019 titulado ‘El tholos de La Pastora. Una nueva perspectiva a partir del análisis arqueológico de su construcción’, que profundiza en la investigación de dicho enclave megalítico de Valencina de la Concepción (Sevilla), como máximo exponente del gran asentamiento humano que durante la Edad del Cobre acogió el entorno ahora correspondiente a dicho municipio y Castilleja de Guzmán.
Este trabajo, firmado por el arqueólogo municipal de Valencina de la Concepción, Juan Manuel Vargas; Luis Miguel Cáceres del departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Huelva y Carlos P. Odriozola del departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Sevilla, recurre a la “llamada arqueología de la arquitectura o análisis arqueológico de construcciones históricas”, para avanzar en el conocimiento del mencionado tholos, descubierto en 1860.
En su informe, estos autores pormenorizan los aspectos constructivos del tholos de La Pastora, caracterizado por un corredor de 44,36 metros de longitud, concluyendo que esta construcción calcolítica fue edificada con materiales procedentes de un área de “al menos 30 kilómetros alrededor de Valencina”, como cuarzoarenita o granito, y fue “levantada de manera uniforme, sin faseado ni distinciones formales reconocibles”.
Las “alteraciones” del Tholos de la Pastora
Empero, estos investigadores identifican algunas “interfaces de época reciente”, señalando las “alteraciones” acometidas en la construcción megalítica en fechas asociadas a su descubrimiento allá por 1860, como por ejemplo en “la zona del corredor por donde se accedió inicialmente” al interior del tholos.
En cuanto a la cámara circular de este monumento funerario, de 2,6 metros de diámetro, los autores de este trabajo prestan especial atención a una alteración detectada “por omisión” de la misma en los textos correspondientes a las primeras investigaciones de este enclave.
En concreto, Juan Manuel Vargas, Luis Miguel Cáceres y Odriozola señalan la hornacina que “adorna” la cámara, porque “nada se dice sobre” ella en los escritos históricos de los primeros investigadores de esta construcción calcolítica. Más al detalle, aluden a las publicaciones de Francisco María Tubino y Oliva en 1868, Carlos Cañal y Migolla en 1894 y Hugo Obermaier en 1919.
Ante esta “omisión” de la mencionada hornacina de la cámara en tales textos, los autores de este trabajo no consideran verosímil que a Tubino y Cañal les pasase “desapercibido” dicho elemento del tholos cuando estudiaron el mismo allá por el siglo XIX.
Y es que en el caso de Tubino, por ejemplo, a la hora de redactar su artículo de 1868 “se detiene en detalles tan particulares como la presencia de pequeñas conchas marinas en el suelo o entre los bloques superiores de la propia cámara”, extremo que a juicio de estos investigadores no concuerda con que no señalase “nada” de la hornacina pese a la visibilidad de la misma.
“Elementos diferentes a la uniformidad estructural”
Además, el análisis estratigráfico del sector de la cámara correspondiente a la hornacina arroja según este estudio “elementos que difieren claramente de la uniformidad estructural del resto” del recinto.
“Para formar el hueco de la hornacina fue necesario girar el bloque del fondo, ocultando la zona de tono rojizo que en el resto aparece como cara vista, dejando descalzado en uno de sus lados el bloque superior y con una visible línea de separación entre el tono rojizo de la zona dispuesta para verse y aquella parte que originalmente estuvo oculta”, explican estos autores respecto al “lugar que debió ocupar el bloque extraído” de la cámara para conformar la mencionada oquedad.
Es más, el análisis estratigráfico refleja según estos investigadores que los laterales y la base del hueco practicado en la cámara fueron cubiertos mediante “un aparejo diferente” al del resto del recinto, usando recortes de lajas y mampuestos en vertical, “una disposición que únicamente se constata” en la denominada hornacina.
Y por si fuese poco, el “material aglutinante” usado en la hornacina es “un mortero muy compacto de tono gris oscuro, en todo diferente de las arcillas depuradas marronáceas” identificadas en los mampuestos de la fábrica original del tholos.
Por todo ello, Juan Manuel Vargas, Luis Miguel Cáceres y Odriozola ven “claro” que “con posterioridad a 1919”, año en el que Hugo Obermaier publicó los resultados de su investigación en Valencina sin mencionar dicha hornacina, “se produjo esta intervención probablemente con la intención de colocar alguna imagen que cristianizara el lugar”, una práctica que según recuerdan estos autores “ha sido reconocida en diferentes lugares y es especialmente profusa en el Alentejo portugués”.
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