El director de la excavación, Pablo José Ramírez, asegura que «son una constante en el ámbito funerario desde el Neolítico» y que simboliza la vida y la sangre.
18/11/2021. ABC.
Las investigaciones del dolmen neolítico de Cañada Real de la localidad sevillana de Los Molares, dirigidas por el doctor en Arqueología y gestor patrimonial Pablo José Ramírez Moreno, siguen arrojando luz al conocimiento histórico de las sociedades tribales que habitaron en la zona sur de la Campiña sevillana.
El dolmen prehistórico, situado en la necrópolis megalítica de la localidad de Los Molares, tiene una cronología de casi 6.000 años de antigüedad y aún guarda interesantes secretos que poco a poco se están revelando con el paso del tiempo.
En la excavación arqueológica que se realizó el año pasado, en la que se recuperó el megalito prehistórico, se descubrió que el dolmen tenía pintados de color rojo una gran parte de los ortostatos de piedra en su cara interior, además de pequeñas figuras esquemáticas relacionadas con su mundo simbólico y comunicativo, paleodigitaciones humanas (huellas de los dedos de las manos), grabados prehistóricos y dos estelas de piedra antropomorfas.
Mark Hunt Ortiz, profesor titular de la Universidad de Sevilla, en una colaboración científica con el arqueólogo director de la excavación, ha analizado las muestras de los pigmentos que tomó durante el descubrimiento arqueológico, en el Centro de Investigación, Tecnología e Innovación de la Universidad de Sevilla (Citius).
El análisis arqueométrico de las muestras de los pigmentos rojos se realizó mediante la técnica de micro u-florescencia de Rayos X y los resultados preliminares han determinado que corresponden a un mineral de hierro de coloración rojiza.
Según Ramírez Moreno, «el uso de los pigmentos en los megalitos prehistóricos andaluces son una constante en el ámbito funerario desde el Neolítico, con las primeras construcciones megalíticas de la Península Ibérica en el IV milenio a.C. Ejemplo de ello, es este dolmen o el Dolmen de Alberite I de Villamartín (Cádiz), en el que utilizaron además de óxido de hierro el mineral del cinabrio (sulfuro de mercurio) como colorante natural».
El color rojo era un colorante en la época prehistórica con una fuerte carga simbólica que simbolizaría a la vida y a la sangre, y su uso era muy común en los ritos funerarios. Los restos de pigmentos documentados tanto en las lajas de piedra como en los esqueletos del dolmen de Cañada Real revelan que los cuerpos de los difuntos fueron impregnados con este color en el momento de su enterramiento, con la intención de eliminar esa palidez post mortem y 'devolverlos a la vida', como explica a ABC el arqueólogo.
El hallazgo de su ajuar funerario en 1968 por el profesor Juan de Mata Carriazo y Arroquia (cerámica, lámina de sílex, azuela, cuentas de collar de piedra calaíta, etc.) revela la creencia de otra vida en la superestructura ideológica de estas sociedades primitivas. Los dólmenes siguen la tradición cultural de las cuevas paleolíticas pues son espacios cerrados y oscuros asociados con el ámbito funerario, donde al igual que en las cuevas, las sociedades tribales pintaban y grababan su pensamiento ideológico y servían de enterramiento para los ancestros.
Atractivo turístico
En el Centro de Interpretación Histórica del Castillo de Los Molares, inaugurado hace tan sólo dos meses, se encuentra una sala dedicada a la necrópolis megalítica de la localidad molareña, al dolmen de Cañada Real y El Palomar. El montaje de todas las salas museográficas y sus contenidos, ha sido realizado al completo por el arqueólogo molareño Pablo José Ramírez Moreno.
En los próximos meses, comenzarán las obras de cubrición del dolmen de Cañada Real, y por tanto, su musealización, con el fin de conservar este bien patrimonial y crear una infraestructura turística más, basada en el patrimonio histórico y arqueológico local. Las obras han sido financiadas por el Ayuntamiento de Los Molares.
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