Público.es. Por J.L.Nicolas
Desde el anverso de las briznas de hierba aun recubiertas por el rocío la mirada se eleva sobre la superficie enmohecida de la piedra. Recorre los poros y las estrías de la piel de granito hasta encontrarse con una grieta incontestable que no es más que la separación entre dos bloques ciclópeos. El que crecía verticalmente se ve interrumpido por otro que sigue un camino distinto. Horizontalmente reposa sobre un tercer bloque formando un trilito. El alba en el solsticio de verano comba el color de la luz y traza una línea invisible entre el dolmen y un menhir no muy lejano. A la inversa el efecto se repite el 21 de diciembre, durante el solsticio de invierno.
A pocos metros los automóviles circulan indiferentes por la A303, que une Londres con el suroeste de Inglaterra y por la A344, formando un triangulo que envuelve el célebre círculo de piedra, el conjunto megalítico más importante y espectacular de Europa: Stonehenge. Nadie sabe aun con certeza porqué ni para que se arrastraron ingentes volúmenes de piedras, las más pequeñas, de cuarenta toneladas, desde Marlborough Downs, a treinta quilómetros de distancia, y las llamadas piedras azules, desde las Preseli Hills, al oeste de Gales a más de 240 quilómetros, para erigirlas aquí.
Las primeras referencias escritas a Stonehenge se encuentran en Historia Anglorum de Henry de Huntington y en History of the Kings of Britain de Geoffrey de Monmouth, ambas del siglo XII. Este último considera que el círculo megalítico del Wiltshire era un monumento alzado para conmemorar una antigua batalla entre sajones y britanos y transportado desde Irlanda por el mago Merlín. En el manuscrito Roman de Brut del poeta normando Wace una ilustración, la más antigua que se conserva en la que figure Stonehenge, muestra a un gigante ensamblando uno de los trilitos. Durante el romanticismo se vinculó el lugar, como tantos otros conjuntos megalíticos, a los cultos de los druidas celtas, como hizo William Stukeley en Stonehenge, a temple restor’d to the British Druids, publicado en Londres en 1740. Stukeley, fanático de toda historia con connotaciones célticas, no dudaba en disfrazarse de druida para hacerse retratar en los grabados de la época.
Si bien es cierto que en buena parte de los territorios donde se asentaron tribus celtas existían conjuntos megalíticos, eran anteriores en siglos a ellos. Stonehenge no es ni mucho menos la única construcción descomunal del Neolítico en Europa Occidental. Desde el sur de Escandinavia hasta el norte de Túnez el continente está plagado de conjuntos de distintos tipos y a los que se atribuyen distintas funciones. El declive de las sociedades nómadas de recolectores y cazadores abrió el auge del sedentarismo relacionado con la agricultura y la ganadería y éste al desarrollo de la noción de territorialidad. Desde los círculos de piedra, de los que se conocen más de un millar y a los que se atribuye la función de templos con relación a ciclos astronómicos, se esparcen por Europa enormes lápidas y túmulos, menhires y dólmenes de carácter funerario en numerosos casos. En Avebury, en la misma comarca del Wiltshire, cerca de Stonehenge, hay complejos grupos de enterramientos. Al sudoeste, en Cornwall, abundan las inhumaciones formadas por dólmenes y portales pétreos. Trethevy Quoit, Zennor Quoit o Chûn Quoit y los círculos de piedra como las Merry Maidens, cerca de Penzance, o los de Bodmin Moor. En la vecina Irlanda, al norte de Dublín, en el condado de Meath se concentran los enterramientos de Brú na Bóinne, donde el mayor de ellos, el túmulo de Newgrange, uno de los mayores con sus 85 metros de diámetro y once de altura, ha sido convenientemente restaurado y da una idea aproximada de como debieron ser cuando fueron construidos. Cerca están otros túmulos similares: Dowth y Knowth. En la costa occidental cerca de Sligo, Carrowmore acoge el mayor cementerio megalítico del país donde se halla el túmulo supuestamente dedicado a la legendaria reina Mebth de Connaught. También a poca distancia de Sligo se halla el cairn de Creevykeel, uno de los que en mejores condiciones ha llegado hasta nuestros días. Más al sur, en la región de los Burren, se conserva el dolmen de Poulnabrone, donde en unas excavaciones realizadas en 1985 se descubrieron los restos de una veintena de adultos y de seis niños, hachas y cerámicas de la Edad del Bronce.
Mucho más al norte, las islas Shetland están plagadas de restos de asentamientos que atestiguan la presencia humana en el Neolítico. Stanydale es uno de los más representativos en West Mainland. Aquí hubo una comunidad de granjeros entre el 3000 y el 2000 AC y su presencia se hace evidente en las ruinas de varias casas y un edificio central que por el trazado de su planta hace suponer que tuvo las funciones de templo. Dos agujeros reforzados con losas laterales debían contener la base de sendas columnas que soportarían un techo de madera. En las cimas de las colinas alrededor de Stanydale hay numerosos restos de enterramientos de la época. En la misma región las excavaciones en Scord of Brousta descubrieron otra granja contemporánea a Stanydale. Hoy se aprecian las piedras que cubrieron un par de enterramientos en forma de túmulo con pasadizo.
Volviendo al sur, a medio camino entre Gran Bretaña e Irlanda, la Isla de Man tampoco está desprovista de complejos megalíticos. Cerca de la población de Laxey se halla la supuesta tumba del rey Orry, también conocido como Godred Crovan, quien fue rey en Irlanda a finales del siglo XI y según la Cronica Regum Mannie et Insularum derrotado dos veces en Man hasta que en un tercer intento tomó la isla y el control de las Hébridas. Sin embargo la leyenda no encaja ya que la tumba se construyó unos tres mil años antes de Cristo, formada por tres cámaras funerarias y el correspondiente túmulo de piedras. El conjunto está partido por una carretera que da acceso a un par de viviendas. El círculo de Mull, de fines del Neolítico forma un extraordinario complejo de media docena de enterramientos en la cima de la colina homónima con unas vistas extraordinarias sobre la bahía de Port Erinn. En la parroquia de Marrow, cercana a la capital de la isla, Douglas, se halla un monumental conjunto llamado The Braaid: los restos de dos construcciones vikingas y un círculo megalítico muy anterior notablemente conservado.
En la otra costa, al sur de Gales y en la península de Gower, destacan los restos semirestaurados de la gran cámara funeraria de Parc Le Breos, probablemente construida hace más de cuatro mil años y rodeada por el bosque de Green Cwm. Fue identificada como tal en 1869 cuando trabajadores del propietario de los terrenos Henry Hussey, en aquel momento futuro primer barón de Swansea, encontraron esqueletos humanos. El lugar fue excavado parcialmente y el resultado de las investigaciones publicado en el Journal of the Ethnological Society. A lo largo del pasadizo central se aprecian perfectamente cuatro cámaras laterales destinadas a albergar a los difuntos. Más al norte, en el Parque Nacional de Pembrokeshire, a ambos costados de la carretera A487 entre Newport y Eglwyswrw se hallan los dólmenes de los que fueron las entradas a ambos monumentos fúnebres. En una urbanización en las afueras de Newport está Carreg Coetan, un dolmen también conocido como el asiento del Rey Arturo. A unos quilómetros, la de Pentre Ifan la supera en dimensiones. Soportado por tres bloques dispuestos verticalmente, el dintel del dolmen supera los cinco metros y se calcula que pesa unas dieciséis toneladas.
En Anglesey, la isla que corona el noroeste galés, dos grandes túmulos funerarios recuerdan el diseño del irlandés de Newgrange. Bryn Celli Ddu, el Montículo del Bosque Oscuro, aunque ahora ya no haya bosque, data de finales del Neolítico y fue erigido en dos etapas. De la primera se conserva el círculo de piedras exterior, y en una segunda etapa se levantó la cámara y su pasadizo interior. En el primer estudio publicado sobre el lugar, publicado en 1906, se conjeturó la idea recientemente admitida de que señalaba el solsticio de verano. Barclodiad y Gawres, es otro túmulo parcialmente reconstruido. Está junto al mar, sobre unos acantilados en Cable Bay. Con cita previa muestran el interior de la cámara.
Al otro lado del Canal de la Mancha, en la Bretaña francesa, son únicos los alineamientos de menhires en Carnac. Erigidos entre el quinto y el tercer milenio antes de Cristo se cree que es una de las necrópolis más antiguas de la humanidad, al margen de otras teorías sobre su función que señalan el lugar como calendario o centro ceremonial, o que en realidad se trata de soldados romanos petrificados para defender a San Cornelio de su persecución. El lugar es impresionante e interminable. Solo se puede tener una idea más o menos precisa desde el aire. Jacques Cambray escribía en Monumens (sic)Celtiques ou recherche sur le culte des pierres, en 1805, sobre la dificultad de acceder al lugar y de la sensación que se tiene ante la visión de los alineamientos: “Je n’essayerai pas de vous peindre ma surprise à la vue de ces masses imposantes, se prolongeant vers l’horizon, au milieu du désert qui les environne ; de ce monument si sévère, si majestueux, si prodigieux par son étendue, par les efforts qu’il fallut faire pour l’élever...” (No voy a intentar ocultaros mi sorpresa a la vista de esas masas imponentes prolongándose hacia el horizonte, en medio del desierto que las rodea, de este monumento tan severo, tan majestuoso, tan prodigioso por su extensión y por los esfuerzos que se han tenido que conllevar para erigirlo...) Unos 2.730 menhires y otros monolitos menores se alinean en una decena de hileras a lo largo de varios quilómetros. El grupo más occidental, llamado Le Ménec agrupa 1169 piedras en 950 metros. Un poco más al este, el grupo más visitado, el denominado Kermario, donde están los menhires de mayor tamaño, 982, y un dolmen. Más al este, los alineamientos prosiguen en los grupos de Le Manio, Kerlescan y le Petit Ménec. En el primero también hay un cuadrilátero formado por monolitos y un gran menhir de unos seis metros de altura: el gigante de Manio. Un par de enormes túmulos o cairns completan el conjunto: el de Saint Michel en el que se erigió una capilla sobre su techo y el más pequeño de Kercado, en medio de un agradable bosque. Al este de Carnac, siguiendo la carretera en dirección a Nantes, se encuentra el golfo de Morbihan, el Petit Mer. Y en ese ámbito los grupos monumentales de Locmariaquer y Gavrinis. En Locmariaquer se conservan varias tumbas de pasadizo: el gran cairn circular de la Table des Marchands y el túmulo de Er Grah, y un enorme menhir de 280 toneladas seccionado en cuatro partes. Alcanzaría los veinte metros si se mantuviera alzado. En la pequeña isla de Gavrinis queda un cairn bien conservado, único en su género a causa de las lápidas grabadas con motivos espirales y circulares en su interior.
Las culturas que erigían megalitos también se extendieron por la península ibérica, y las islas del Mediterráneo occidental, donde se conoce el estilo de las construcciones como arquitectura ciclópea. Más recientes en el tiempo corresponden al fin del Neolítico y al inicio de la Edad del Bronce. El geógrafo e historiador griego del siglo I, Estrabón, hablando de un templo dedicado a Hércules situado en el actual cabo San Vicente remarca que “...allá no hay ningún altar de Hércules ni de ningún otro dios, sino piedras en muchos lugares dispuestas en hileras de tres o de cuatro..”. En 1772 el hispanista y viajero Richard Twiss observa que en la ruta entre Oporto y Almeida existen agrupaciones de piedras que, en menor medida, le recuerdan aquellas de Stonehenge. También en el siglo I Diodoro de Sicilia señala que los antiguos habitantes de las islas Baleares apilaban piedras sobre las tumbas de sus muertos. En Menorca son notables las estructuras de nave invertida denominadas por ese motivo navetes. La Naveta des Tudons perfectamente conservada y sobre la que también pesan leyendas, es el ejemplo perfecto en las proximidades de Ciutadella. Otro tipo de construcciones característico son los llamados talaiots en los que un bloque se soporta en equilibrio horizontalmente sobre otro y a los que se supone alguna relación con algún tipo de ceremonia funeraria en el que el cadáver seria expuesto a la intemperie o incinerado. Algunos poblados, situados habitualmente sobre colinas, como el de la Torre d’en Galmés o el de Trepucó estarían habitados en tiempos de la conquista romana.
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