27/03/2014. El Mundo.
La historia de los dos hermanos del Aljarafe que han visto frustrado su propósito de instalar una pista de paint-ball en una finca de Valencina propiedad de su familia porque el Ayuntamiento se niega a darles licencia debido a la necesidad de proteger los abundantes restos arqueológicos de gran valor que hay en la misma nos ha vuelto a situar ante un debate aún no resuelto: considerar el patrimonio como un problema en vez de como una oportunidad. A fomentar esta idea desde luego contribuyen determinadas actitudes. Porque si está bien el celo y el ser estrictos con la conservación del patrimonio histórico heredado, también es cierto que se ha de ayudar a quien ha de soportar las cargas a que obliga su conservación, al tiempo que facilitar el disfrute de ese patrimonio por parte de todos. No sirve de nada mantener enterrado y oculto ese patrimonio bajo un terreno baldío, impidiendo a los dueños de éste extraerle partido, cuando podría ser un atractivo turístico, al tiempo que una fuente de ingresos. Es cierto que hay determinados yacimientos que, por su extrema delicadeza, no pueden permanecer expuestos a las inclemencias meteorológicas y conviene mantener enterrados para su preservación, pero en tales casos es la administración que así lo exige quien debe asumir las cargas que ello comporta. Sucede que aquí ha venido siendo todo al revés. Porque no ha sido infrecuente que la administración, tan celosa obligando a los particulares a preservar yacimientos a cambio de nada, haya hecho de su capa un sayo cada vez que lo ha estimado oportuno, siendo en ocasiones la primera que considera un problema lo que en el fondo es una gran oportunidad. Claro que, cuando se tiene el nivelito que algunos que mandan tienen, verlo así resulta un poco complicado.
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