31 ago 2014 ~ ~ Etiquetas:

Paseo a oscuras por la vieja Itálica


Regresan las visitas nocturnas a Itálica por el 2.000 aniversario de... Regresan las visitas nocturnas a Itálica por el 2.000 aniversario de la muerte del emperador Augusto. C. MÁRQUEZ.
El conjunto recuerda el bimilenario del emperador Augusto con visitas nocturnas.
EVA DÍAZ PÉREZ. 29/08/2014. El Mundo.

No es mala noche para pasear por el pasado. Sobre las colinas de la ciudad de Itálica, a pocos kilómetros de Sevilla, corre brisa de caldarium, como si camináramos cerca de las piscinas calientes que servían para los baños de los que aquí vivieron hace siglos. Todo es oscuridad sobre la vieja ciudad romana y sólo se ven los perfiles de las piedras del Anfiteatro y la piel lechosa de mármol de algunas estatuas del Bosque de Itálica. ¿O es que son fantasmas?

Comienza el recorrido por una Itálica nocturna. No es sencillo caminar en una noche antigua, entre ruinas y sobre la irregular calzada romana. Los visitantes llevan candiles que alumbran vagamente las ruinas. Es imposible no sugestionarse. Parece que de un momento a otro se abrirá un espejo en el aire para reflejar escenas de otro tiempo.

Las visitas nocturnas que organiza el Conjunto Arqueológico de Itálica -producidas por Engranajes Culturales- recuerdan la figura de Augusto del que se conmemora el bimilenario de su muerte. No es difícil imaginar que caminamos por el año 14 d.C. Cae la noche en una antiquísima ciudad romana y los cipreses se mueven con el viento sugiriendo paisajes que desaparecieron hace dos mil años.

La idea es estupenda: recorrer una Itálica en penumbra mientras se cuentan historias de la Roma imperial. Quien relata es Sergio Raya, de la empresa Engranajes Culturales, guía especializado ya en otras rutas de la noche como las que organizaron el año pasado en un sobrenatural Hospital de la Caridad, templo del imaginario barroco, visitado a la luz de las velas.

Y alternando las explicaciones históricas, dos actores que narran la vida de Augusto. Una biografía que se detalla a través de mínimas escenas que se suceden en las ruinas de los grandes lugares de la ciudad romana: la Casa del Planetario, junto a la Palestra, en el Anfiteatro o en el Bosque de Itálica. Son Óscar Hernández y Carolina Palacios quienes interpretan a una galería de ilustres espectros: Augusto, Livia Drusila, Tiberio, Cleopatra, Julia la Mayor...

Mientras Sergio Raya explica la gran época del emperador Augusto aparece una sombra entre las ruinas de las domus o casas romanas. Es un poeta que exalta la figura de Augusto, el emperador que supo utilizar el mecenazgo como mecanismo de propaganda política o incluso para justificar sus orígenes en La Eneida de Virgilio.

Estamos en el mes de Augusto, el mes de Sextilis del calendario romano. Y en estas ruinas de la primera ciudad romana fundada en Hispania se narra el ascenso de Octavio Augusto, su matrimonio con la astuta y conspiradora Livia Drusila o su victoria en la batalla de Actium donde derrotó la alianza de Marco Antonio y Cleopatra.

Precisamente, ésta aparece dormida en la Casa del Planetario. Acaba de tener una pesadilla: se imagina siendo ridiculizada en Roma y paseada como una prostituta. Por eso, el público asiste a su suicidio con un áspid del Nilo. Y todo mientras pisa los levísimos mosaicos de Venus, Marte, Mercurio, Júpiter...

En las escenas teatralizadas hay ecos de páginas históricas, de iconografías artísticas, de La vida de los doce césares de Suetonio o de la novela Yo, Claudio, de Robert Graves. Y todo con curiosidades y anecdotarios explicados por Sergio Raya sobre costumbres romanas que permanecen. «Somos más romanos de lo creemos. Seguimos haciendo muchas cosas que crearon ellos, aunque ni siquiera lo sepamos».

En el Bosque de Itálica se asiste a la escena en la que habla Julia la Mayor, hija de Augusto, ya desterrada en la isla Pandataria en el mar Tirreno. Recuerda su vida libertina, llena de orgías y excesos pero también maldice a su padre por haberla utilizado como moneda de cambio para matrimonios de intereses políticos. La figura de Augusto es narrada en distinas escenas por su hija, su esposa Livia Drusila, su enemiga Cleopatra o su hijastro Tiberio, que sería su heredero. Todos le odian.

Entonces aparece él sobre uno de los graderíos del Anfiteatro. Recuerda el Augusto de Prima Porta de los Museos Vaticanos y su voz crea un eco estremecedor en la noche.

El público avanza cerca de la fossa bestiaria del Anfiteatro con un vértigo de otro tiempo. Se recorren los pasillos por los que entraban los animales salvajes, los graderíos en los que escuchan atentos los cadáveres de aire de magistrados, cónsules, tribunos de la plebe, patricios, libertos, matronas, esclavos.

Los visitantes caminan a la luz de los candiles como aquellos viajeros victorianos que paseaban con candiles por las ruinas romanas. Sólo el paso de un avión sobre el cielo negrísimo rompe el espejismo del pasado.

Augusto está sentado en su trono y sabe que anda cerca la muerte para decir: «Acta est fabula, plaudite. La comedia ha terminado Aplaudid». Sus últimas palabras para la posteridad de la Historia antes de ser divinizado. Sic tibi terra levis, que la tierra te sea leve. Un epitafio que queda en los oídos de los paseantes del pasado hasta que salen de Itálica. Para aparecer en su tiempo, dos mil años más tarde en una calurosa noche de agosto.

No hay comentarios: