Un estudio analiza la imagen que tuvieron los emperadores hispánico en distintos momentos de la Historia.
22/07/2019. ABC.
Un Trajano que fue modelo de emperadores, buen gobernante, activo, ponderado, emprendedor, reflexivo e incluso cristianizado durante la Edad Media frente a un Adriano contradictorio mostrado como cruel y clemente, severo y afable, tacaño y generoso pero, por encima de todo, envidioso e inconstante. Un Adriano que ahora ha vuelto a nuestro presente desde el fondo de los siglos gracias al hallazgo de un busto del emperador recuperado en Écija cuando estaba a punto de ser vendido en el mercado negro.
¿Cómo ha sido la interpretación que han dado los siglos a los dos emperadores hispanos? ¿De qué forma ha utilizado cada época el modelo trajano o adrianeo para justificar su política? ¿Quiénes fueron realmente Trajano y Adriano? Los retratos de ambos emperadores en el imaginario de cada época devuelven perfiles inciertos, llenos de sombras, de tergiversaciones y paradojas. ¿Cómo explicar a un Trajano perseguidor de cristianos que en la Edad Media es asimilado por la historiografía cristiana como virtuoso?
Varios historiadores se reunieron en abril de 2017 en un seminario para analizar el complejo proceso de interpretación de ambas figuras históricas. Aquel taller de sabios tuvo lugar en la Universidad Carlos III de Madrid y las conclusiones acaban de editarse en una publicación de la Universidad de Sevilla: «El legado de los emperadores hispanos».
En 2017 se celebraron los 1900 años de la muerte de Trajano y la llegada al poder de Adriano, un acontecimiento que se ilustró con homenajes y exposiciones como las celebradas en Roma y en el Museo Arqueológico de Sevilla, «Adriano. Metamorfosis».
Mientras, en Madrid tenía lugar esta cumbre de especialistas dedicados a repensar a Trajano y Adriano. El objetivo era analizar el distinto trato que la historiografía había dado a ambos emperadores. En la ‘competición’, Trajano salía vencedor de la batalla de los imaginarios históricos.
El libro en el que se desvelan las discusiones ha sido coordinado por Mirella Romero Recio y reúne a historiadores como Jaime Alvar, María Jesús Fuente, Elena Calandra, Elena Muñiz Grijalvo, Juan R. Ballesteros, Jesús Salas Álvarez y Fernando Lozano y Juan Manuel Cortés Copete, de la Universidad Pablo de Olavide, y José Beltrán Fortes, de la Universidad de Sevilla.
El encuentro sirvió como puesta al día de las investigaciones sobre ambos personajes pero también para colocar a Trajano y a Adriano ante la posteridad. Según Mirella Romero, Trajano fue considerado ya por sus contemporáneos uno de los mejores emperadores. En Roma se solía aclamar a los príncipes con la frase: «Más afortunado que Augusto, mejor que Trajano». Trajano se convirtió en el Optimus Princeps, cristianizado en la Edad Media y ensalzado en el Renacimiento. Y el hecho de que naciera en Itálica y fuera el primer emperador de origen hispano lo convirtió pronto en un «exemplum» de virtudes para los historiadores españoles de cualquier época.
«Los autores de libros de historia excusaron su afición al vino e incluso pasaron por alto su oposición a los cristianos y su atracción sexual por los niños. Adriano, en cambio, se convirtió en el sucesor ambiguo, en el familiar lejano nombrado heredero in extremis gracias a las maniobras orquestadas por la esposa de Trajano -Plotina-», explica la historiadora.
En efecto, el reflejo de Adriano ante la Historia es bien distinto. Las fuentes clásicas juzgaron con severidad no tanto la labor del gobernante como la actitud del individuo. A pesar de haber gobernado en una etapa inusualmente estable y de haber integrado un vasto imperio que se ocupó de recorrer, los historiadores subrayaron sus defectos. «Su tarea quedó marcada por un carácter calificado como contradictorio. No ayudó demasiado su política de consolidación de los poderes del emperador frente a las oligarquías, ni su actitud contra los judíos».
Frente a las crónicas históricas, la literatura sí salvó al Adriano personaje como demuestra la celebrada novela de Marguerite Yourcenar que desveló el pensamiento de un personaje complejo que gobernó un mundo del que ya se intuía su decadencia.
Esa figura que emerge de las páginas de Yourcenar descubre a un admirador de todo lo griego, de las artes, de la filosofía o de la literatura.
Hoy en día la historiografía también ha liberado a Adriano de su versión negativa. «En la actualidad el emperador no es sólo objeto de estudio para historiadores y arqueólogos, también lo es para especialistas de otros ámbitos, como las relaciones internacionales y la diplomacia. Autores como M. L. Roi, por ejemplo, han comparado la política planificada por el presidente Eisenhower en 1953, con la estrategia imperial defensiva de Adriano», expone la historiadora Mirella Romero.
Javier Alvar Ezquerra afirma que «la fama de un Trajano virtuoso fue la creación, en la cristiandad medieval, de una leyenda que relataba la prodigiosa salvación de su alma, caso único sin bautismo tras la venida de Cristo, gracias a la intervención de San Gregorio Magno». Según la leyenda, el alma de Trajano fue bautizada con las lágrimas de San Gregorio, emocionado al conocer una conmovedora acción de la que el emperador había sido protagonista, un caso de justicia con una viuda que sin embargo se ha asociado también con otros personajes históricos.
María Jesús Fuente explica que en la Edad Media existieron dos versiones de Trajano, la del cristianizado y la del perseguidor de cristianos. «La tendencia a presentar las dos caras de Trajano era algo a esperar de los escritores cristianos medievales, pero no tardó en cambiar. Se fue desvaneciendo una de las caras, la de perseguidor de cristianos, y se perfiló más nítidamente la cara de buen político».
Esta metamorfosis se explica por los intereses que cada época tiene de utilizar determinado modelo de gobernante. «Al siglo XV llegó un Trajano que, de tan manipulado, se había transformado en un personaje nuevo. El Trajano que reprodujeron los artistas del Renacimiento era una creación medieval, de manera que no sería arriesgado afirmar que, junto a la figura histórica real, hay un Trajano irreal que salió del taller de unos ‘falsarios’», añade María Jesús Fuente.
Si el Renacimiento recuperó el legado cultural grecolatino como base del humanismo, el siglo XVIII se convirtió en época dorada del rescate de los valores clásicos. La historiadora Mirella Romero se centra en esta época de erudiciones neoclásicas para destacar la figura de Trajano como ejemplo de gobernante ideal.
No hay que olvidar que Mengs, pintor de cámara de Carlos III, decoró el Palacio Real de Madrid con la obra «Apoteosis de Trajano» entre 1774 y 1776. Una pintura que tenía un fin propagandístico. Según la historiadora, lo que se pretendía era identificar a Trajano con Carlos III:«El Trajano que hoy rige España era el propio rey, que en los frescos del techo se comparaba con el mejor gobernante español que jamás hubiese existido y con quien compartía virtudes como la templanza o la continencia».
Igual ocurrió con el teatro. A lo largo del XVIII varias obras dramáticas usan la figura del emperador Trajano como ejemplo de virtudes. Así ocurrió con la representación en el año 1735 en el Teatro de los Caños del Peral de «Trajano en Dacia, y cumplir con amor y honor» del autor José Cañizares.
Los protagonistas del seminario fueron no sólo Trajano y Adriano, también Itálica, la patria de origen de ambos. Jose Beltrán, catedrático de Arqueología en la Hispalense y actual director de la Editorial Universidad de Sevilla, repasa la historia de la ciudad desvelando los principales hitos arqueológicos. Así, Beltrán desvela el redescubrimiento de Itálica en el siglo XVI y aspectos curiosos como el uso que se hizo de sus restos arqueológicos en el cercano monasterio de San Isidoro del Campo.
José Beltrán repasa la labor de Francisco de Bruna conde del Águila ya en el siglo XVIII como arqueólogo en una época en la que se toma conciencia de la importancia de las ruinas. En esta etapa de rescate del pasado italicense el profesor Beltrán recuerda el hallazgo que hizo el conde del Águila en 1788 de la famosa estatua de Trajano heroizado de época adrianea y que Moratín identificaría con Trajano al verla expuesta en el Alcázar donde el aristócrata era alcaide. Y así hasta llegar a las primeras excavaciones oficiales realizadas por Ivo de la Cortina en 1839.
Juan Manuel Cortés Copete, profesor en la Universidad Pablo de Olavide y uno de los principales especialistas en la figura de Adriano, reflexiona sobre Itálica como invención adrianea. Y es que durante siglos se perdió el topónimo, la referencia sobre la antigua ciudad romana de forma que se le denominó Sevilla la vieja sin identificarla con la Itálica de los textos clásicos. Con su redescubrimiento en el siglo XVI se recupera ese pasado perdido.
Sin embargo, esa reconstrucción del pasado ya se había iniciado muchos siglos antes de su decadencia. Cortés Copete argumenta que la creación historiográfica de Itálica como fundación de Escipión en las postrimerías de la Guerra Púnica en Hispania es obra directa y personal del emperador Adriano. «Las noticias sobre el origen más antiguo de Itálica son un modelo acabado de la política que el emperador quería impulsar -prestigiar las ciudades del Imperio a través de la exaltación de su pasado- y que él mismo puso en práctica. No fue una invención. También quiso dar antigüedad y nobleza para su patria», asegura.
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