Un Stonehenge o un Tyrannosaurus Rex metálico son solo algunas de las curiosidades de este parque megalítico en plena Sierra de Gredos.
07/09/2021. Traveler.
Un círculo de piedras a modo de Stonehenge o un gigantesco dinosaurio de hierro sorprenden a cualquier persona que se tope con esta estampa en las afueras de Poyales del Hoyo (Ávila), al coger la AV-924, la antigua carretera que une Candeleda con Arenas de San Pedro en la cara sur de la Sierra de Gredos.
Se trata del Parque Megalítico La Güaña, que ya desde su diéresis intencionadamente incorrecta nos da una idea de las peculiaridades del lugar. Para conocer su origen recurrimos a su creador, Manolo “Güaña”, que lo ha ido perpetrando en los últimos 30 años.
“Con el tiempo libre que tenía, en vez de quedarme en Poyales en las tabernas, pues me iba allí. Vi de pequeño a mi padre trabajar la piedra, a mí me gustaba, y empecé a hacer lo que son las piedras que rodean la parcela. Una vez que eso estaba, empecé a pensar qué uso le daría. Dado que aquí hay una cultura celta, en El Raso hay un castro de los más grandes y mejor conservados, quise hacer un homenaje a esa cultura de hace 3.000 años. Hay menires, hay dólmenes… También me permití el lujo de hacer cositas que a mí me podían hacer gracia, como una columna con un teléfono arriba”.
Lo primero que llama la atención es la reproducción del Stonehead, el icónico monumento megalítico que hay en las afueras de Amesbury (Inglaterra) consistente en un amplio círculo formado por bloques de piedra. “La primera idea era haber recogido piedras grandes de distintas zonas, distintos tipos de piedra que yo tenía señaladas, pero se iba del presupuesto. Había que recorrer media España y luego a ver quién las trae aquí con un camión o una grúa. Era una historia. Sí que hay una piedra que no es de aquí de Gredos, la primera que puse, que era de una zona de Salamanca pegando a Portugal. A su lado ya empecé a poner piedras de Gredos. Era más barato, en mi finca y en los alrededores hay muchas, vas señalando las que te valen y las vas colocando en su sitio”.
Una vez que tuvo hecha su parte, recurrió a otros artistas para que pusieran su granito de arena. “Yo no soy Leonardo da Vinci ni un hombre del Renacimiento, así que llamé a amigos míos artistas de la zona para que colaborasen cada uno en su especialidad”, explica. Entre ellos estaba Juan Moreno, autor de todas las esculturas de hierro que hay en su interior (dinosaurio incluido). Lleva desde los 12 años (ahora tiene 57) trabajando a base de martillo, yunque y fragua en Treinta Libras, la forja artesana que hay en Arenas de San Pedro.
Aprendió el oficio de su padre, tal y como nos comenta el propio Juan: “En la vida hemos hecho de todo. Antiguamente nos dedicábamos más a las estufas, y trabajábamos bastante para el clero. Muchas rehabilitaciones, lámparas… Todo artesanía. El tema de la escultura empezó en los años de la crisis. Tenía aquí unos chavales majísimos trabajando, aprendieron desde chavalillos conmigo, y vimos si con la escultura podíamos tirar para adelante (…). Ahora ya sigo solo, haciendo mis esculturas de vez en cuando. Acabo de terminar una Menina muy bonita”.
El Tiranosaurio Rex de cuatro metros de La Güaña fue forjado también en Treinta Libras. Forma parte de una colección de tres esculturas, junto a un Triceratops (que estuvo expuesto varios años en Cuevas del Valle) y un Pterodáctilo que actualmente tiene Juan en su finca particular de La Parra (pedanía de Arenas de San Pedro). “Yo a Manolo le trabajo mucho. Lo vio, vio que podía encajar allí y se lo quedó”, apunta.
Otra de las obras más significativas es el retrato del propio Manolo, hecho a base de píxeles de piedra en colaboración con Javier Carvajal. “Es un profesor amigo mío de Valencia. Es una obra un poco especial, parte de una foto que me hizo en su día, y luego mediante un programa informático lo configuró en píxeles. Fuimos viendo cómo podía quedar la cosa, Carvajal marcó la piedra que va en cada sitio, pero el que se lo curró fui yo. Los artistas estos estuvieron aquí en la finca, les traté a cuerpo de rey, con un buen jamón de Extremadura, una torta de El Casar… Se quedaban allí a dormir, trabajaban por las mañanas y por las tardes nos íbamos de juerga. Fuimos buscando las piedras que encajaban, haciéndolas trocitos a mano”, apunta Manolo.
El parque lo da por terminado: “Ya no se pueden meter más cosas porque empacharía. Luego, más allá, hay otra parcela (no visitable) donde tengo yo el taller, todo tipo de piedras y una colección de arenas y arcilla de distintos colores. También hay un dolmen de 1.800 kilos”.
La entrada es libre, accediendo por una puerta que hay en el lado contrario a la carretera, aunque tiene puesta una hucha a modo de cepillo para pedir la colaboración simbólica de un euro. Un asombroso rincón que nos obligará a hacer un alto en el camino e ir descubriendo cada obra de arte mientras recorremos la Sierra de Gredos.
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