En un libro publicado en el año 2022, Esther Rodríguez, arqueóloga de la Universidad Autónoma de Madrid, intenta despejar algunas de las incógnitas que envuelven la misteriosa desaparición de la cultura tartésica con una nueva teoría en la que propone que una prolongada temporada de inundaciones pudo haber contribuido activamente a precipitar su final.
10/11/2023. National Geographic. J.M.Sadurní.
Allá por el siglo IV a.C., cuando el historiador griego Éforo de Cime escribió que había una ciudad "con un mercado muy próspero, la llamada Tartessos, ciudad ilustre, regada por un río que lleva gran cantidad de estaño, oro y cobre de Céltica", ya no quedaba ni rastro de la urbe a la cual hacía referencia y que algunos identificaron con la mítica Atlántida de Platón. Después de caer en el olvido, sería ya en 1958 cuando un espectacular hallazgo, un tesoro de la Edad del Hierro descubierto en Sevilla, bautizado como el Tesoro del Carambolo, puso de nuevo a Tartessos en el foco de interés.
El mito que llevó al arqueólogo alemán Adolf Schulten a investigar el que parecía un legendario lugar lleno tesoros y de historias protagonizadas por héroes mitológicos, se ha transformado finalmente, gracias a los estudios y a las investigaciones científicas, en una sofisticada cultura que se desarrolló durante el Bronce tardío y la primera Edad del Hierro (entre los siglos VIII y V a.C.) en el suroeste de la península ibérica, cuya población se fusionó con los colonos fenicios procedentes del Mediterráneo oriental.
A día de hoy, el mundo científico aún debate sobre los límites geográficos y cronológicos de Tartessos así como sobre cuáles habrían podido ser las causas de su final. Para algunos, el colapso se produjo a finales del siglo VI a.C. en los núcleos urbanos que comprendían las actuales provincias de Huelva, Cádiz y Sevilla debido principalmente a causas políticas, climáticas o incluso por el devastador efecto de un tsunami.
Pero gracias al descubrimiento en la provincia de Badajoz, en Extremadura, de los yacimientos de Cancho Roano o Casas del Turuñuelo (el edificio mejor conservado de la arqueología protohistórica del Mediterráneo occidental, en cuyo patio se documentó una impresionante hecatombe ritual, principalmente de caballos) se ha podido constatar que sus pobladores se trasladaron más al norte, al valle medio del Guadiana, donde su produjo un gran auge tanto económico como cultural de esta cultura.
Pero, con todo, siguen surgiendo preguntas sobre el enigmático final de estos asentamientos norteños: ¿Qué ocurrió con su población y con los poblados entre finales del siglo V a.C. y principios del IV a.C.? ¿Dónde fueron finalmente sus habitantes? Estos son algunos de los interrogantes que intenta dilucidar en su libro El final de Tarteso. Arqueología Protohistórica del Valle Medio del Guadiana, Esther Rodríguez González, arqueóloga de la Universidad Autónoma de Madrid y a la vez codirectora de los trabajos arqueológicos en el yacimiento de Casas del Turuñuelo.
"Nada en el registro arqueológico permite deducir la existencia de una crisis interna en el sistema, pues no se han hallado indicios que definan el empobrecimiento de los asentamientos ni la reducción de su extensión, de modo que solo cabe suponer el acontecimiento de un hecho abrupto e inesperado que forzase a la población que habitaba este espacio a clausurar sus edificios y marcharse en busca de otras regiones donde el desarrollo de la vida fuese posible", ha manifestado la arqueóloga respecto a las causas del misterioso final.
Y es que, según la investigadora, su enigmático final vendría confirmado por la existencia de un solo nivel de destrucción. De hecho, en estos yacimientos ha podido documentarse que los tartesios "clausuraron" muchas de sus grandes construcciones y ocultaron sus riquezas mediante complejas ceremonias rituales, lo que descartaría totalmente la posibilidad de esto se hubiese llevado a cabo en un contexto bélico. De hecho, según Rodríguez, no se ha encontrado ninguna evidencia en el registro arqueológico que confirme una crisis generalizada en la península ibérica a finales del siglo V a.C.
En su libro, Esther Rodríguez da cuenta de sus últimas investigaciones, que apuntan a un cambio climático, aunque no como un acontecimiento devastador, sino como una continua serie de inundaciones, tal como se desprende de las excavaciones llevadas a cabo, por ejemplo, en el patio de Casas del Turuñuelo, donde se ha identificado un nivel de inundación que afectó al lugar justo antes de su clausura ritual y su abandono. Aunque la investigadora plantea que esta hipótesis deberá ser confirmada por los análisis de las semillas y la fauna que han podido recuperarse, así como por los estudios geomorfológicos que se lleven a cabo.
En resumen, según los métodos de investigación empleados, el planteamiento de Esther Rodríguez respecto al final de esta segunda fase de la cultura tartésica sería el siguiente: "Gracias al empleo de modelos predictivos de inundaciones hemos conseguido documentar la existencia de crecidas periódicas del río Guadiana, acontecidas cada 500 años, que debieron de afectar a muchos de los enclaves ubicados en las márgenes de su cuenca. Las inundaciones convertirían las tierras en improductivas, al mismo tiempo que arrasarían los entornos inmediatos a los yacimientos, lo que complicaría el desarrollo de la vida y la producción en estos enclaves, obligando a la población a buscar mejores tierras en las que establecerse", finaliza la investigadora.
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