La movilización vecinal en defensa del patrimonio de Valencina ha sido clave para la elección del nuevo trazado de la variante Camas-Valencina y para anular el PGOU. /L.M
Diario de Sevilla. 10/09/2007
Las mañanas de Valencina (7.650 vecinos, a ocho kilómetros de la capital) tienen la quietud de los pequeños municipios dormitorio. La población en edad laboral se ausenta pronto y los niños, si juegan, lo hacen verjas adentro. Las casas con parcela que circundan el casco antiguo, algunas ya con la pátina del tiempo, dominan sobre la devanadera de adosados y sólo se percibe trasiego en torno a los supermercados y las entidades bancarias. Un jardinero corta el césped en la avenida de entrada, donde la histórica Venta Bovito sigue concentrando los desayunos, aunque a veces el efluvio de los tubos de escape aderece el olor del café en la terraza bajo rasante.
Pero este tedio es sólo aparente. Porque Valencina y su movimiento asociativo han marcado dos hitos en el reciente protagonismo que algunos vecinos del Aljarafe están reivindicando –no siempre con eco más allá de las élites que suelen liderarlos– en el diseño de los pueblos donde residen. Primero, las diversas asociaciones que se agruparon en una mesa ciudadana lograron modificar el criterio de los técnicos sobre la demandada variante Camas-Valencina y que la Junta se decantase por el trazado con menos impacto sobre los yacimientos arqueológicos de la zona. Casi cada loma que les bordea es un túmulo. Elaboraron alegaciones, recogieron firmas, hubo marchas de protesta y fueron capaces de sentarse a discutir a nivel técnico. Esta semana, después una ardua movilización contra el PGOU que planteaba levantar 8.000 viviendas donde ahora hay 3.000, el gobierno local ha optado no por recortarlo hasta los topes que fija la nueva ley (máximo 900) sino por empezar de cero, de otra manera. Interpreta así el resultado de las urnas que en mayo castigó a los dos socios de gobierno (PP e independientes) que apostaron por él (aunque también influyó las graves acusaciones mutuas) y dio mayoría absoluta al PSOE, uno de los partidos que hizo suya la inquietud ciudadana.
“No somos nosotros los que tenemos que valorar el papel que han tenido estos movimientos”, opina Jorge Arévalo, licenciado en Bellas Artes y que preside la Asociación de Amigos del Patrimonio Los Dólmenes, que, reflexionando sobre las claves de lo ocurrido, insiste en que si sus argumentos han tenido repercusión ha sido porque la concienciación sobre el tesoro arqueológico que pisan es generalizada en un pueblo en el que la mitad de la población es oriunda y la otra ha ido llegando en los últimos 20 años “por elección” –apostilla su compañero de la plataforma Valencina Habitable, Eduardo Apellániz– y no por aluvión y se ha implicado con el lugar.
“El dolmen de La Pastora se descubrió en 1868, desde entonces hay tradición arqueológica y resulta llamativo que con poco más de 7.000 vecinos haya dos asociaciones de defensa patrimonio”, dice y cita a la más veterana de Matarrubia. Quizá es más fácil entender la importancia de proteger esas construcciones que un paisaje de olivos o la cornisa que marcan la personalidad de otros lugares.
“Toda la población está concienciada, aunque no toda tenga el mismo nivel de formación e información”, insiste. Es en este último aspecto en el que ha destacado la plataforma Valencina Habitable, bajo la batuta del incombustible Apellániz. Surgida tras la pionera de Almensilla y germen a su vez de Aljarafe Habitable, ha asumido la labor de fiscalización de los dos grandes proyectos urbanísticos de Valencina que se han logrado reorientar.
Para conseguirlo no sólo es necesario tener una vaga conciencia del patrimonio o los males de un crecimiento exacerbado, sino que hay que interpretar la vorágine de datos de un PGOU, buscarlos cuando no son accesibles, conocer trámites, leyes y reglamentos y hacer una labor didáctica para llegar a los demás, algo en lo que Apellániz cree que los políticos no tienen habitualmente mucho interés, pero sí han asumido las asociaciones.
Hay que tener tiempo. Hay que estar preparado. La elevada formación de algunas de las personas que se han implicado en estos movimientos del Aljarafe –vinculadas a la universidad, en muchos casos, o incluso a la administración– han sido claves para plantar cara incluso a los argumentos técnicos. El portavoz de Valencina Habitable lleva consigo un completo dossier de alegaciones, documentos técnicos y con las propuestas que van a presentar a partir de ahora, dentro de los trabajos que están haciendo la Junta para ordenar el Aljarafe. En este tiempo han repartido boletines y organizado un sinfín de mesas redondas.
Ambos coinciden también en que durante estos dos años han tenido que aguantar el chaparrón. En un pueblo no es agradable enemistarse con nadie y es más fácil hacer creer que crecer mucho o tener una carretera mejor hoy que mañana es siempre buena opción de desarrollo. Pero admiten finalmente que el cambio en Valencina no hubiera sido posible sin que los políticos hubieran asumido estos objetivos, tanto en la carretera –cuando el PSOE local se “movió”, admiten–, como con el PGOU que ya es historia. “Lo que ha pasado con el urbanismo no es aislado, es una situación que se da a nivel andaluz y de todo el país. El valor de Valencina es que los ciudadanos y los políticos se han parado a pensar seriamente en el futuro del pueblo, en buscar la riqueza no sólo en el ladrillo”, resume Arévalo.
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