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«Señores: Itálica no es negociable»

La asociación Ben Baso denuncia que el delegado provincial de Cultura ha cedido 4.000 metros cuadrados de la zona arqueológica de Itálica a Santiponce para la ampliación de dos calles de la localidad. Las obras, iniciadas en verano, han sido paralizadas recientemente por la Junta.
23/12/2010. ABC. Pablo Ferrand.

Hace varias semanas nos sorprendió un tipo de obras que no debe ser habitual dentro del conjunto arqueológico de Itálica. No eran excavaciones al uso científico, las del bisturí y la brocha, ni delicadas tareas de restauración o mantenimiento del recinto vallado, sino algo similar a lo que se ve en las nuevas carreteras: movimiento de tierra con maquinaria pesada y la presencia luego de una apisonadora; para que nada se pierda y asegurar concienzudamente los restos romanos que esperan bajo la tierra y evitar así que Itálica siga conociéndose, entre otras cosas, como la historia de un gran expolio continuo y sin fin. En Itálica una excavadora funcionando dentro de la zona visitable resulta raro y anacrónico, pero en Hispalis, donde las inexplicables setas, es algo familiar.

Los trabajos han continuado dentro de la zona protegida y paralelamente a la calle Juan Sebastián Elcano y calle de la Fuente, que unidas en ángulo recto forman los límites del conjunto arqueológico, allí donde empieza el casco urbano de Santiponce. Y bajo éste, la vieja ciudad oculta: Vetus Urbs. Desde ese enclave fronterizo se divisa lo más vistoso de Itálica en suave caída desde un horizonte marcado por los cipreses, que en perfecta cuadratura urbana se prolonga entre muros semienterrados a uno y otro lado de la calzada. Es el cardus que ha reverdecido por la lluvia y se pierde bajo la tierra en busca de la ciudad antigua. Falta mucho por excavar y en vez de potenciarse las campañas de excavación se le echa tierra encima a la historia. ¿Qué está ocurriendo en Itálica? ¿Por qué antes había un valla en esta zona y ahora hay dos en paralelo, y entre ambas, un nuevo carril muy amplio en zona arqueológica? La respuesta-denuncia llega de la asociación de profesores para la difusión y
protección del patrimonio Ben Baso. Su nuevo presidente, el arqueólogo José Juan Fernández Caro, nos cuenta lo que no queremos oír: que el delegado provincial de Cultura, Bernardo Bueno «accedió a conceder el permiso al Ayuntamiento para ampliar las dos calles del pueblo y dignificar la valla. Y el Ayuntamiento aprovecha para quedarse con este espacio protegido de Itálica». Pero ahora, el escándalo es tan evidente, que la Junta ha tenido que paralizar las obras el 16 de diciembre con presencia de la policía autonómica. Lo acaba de comunicar el grupo de Izquierda Unida del Ayuntamiento, que ha denunciado también el derroche de dinero público en esta operación y «la actitud totalmente partidista del delegado de Cultura, que permitió la continuación de las obras, sin permiso de la administración autonómica, sabiendo que son totalmente irregulares».

Los políticos que gestionan el patrimonio tienen siempre una palabra clave para cada situación negociable. En este contexto la palabra clave es dignificar, y a partir de la dignificación de un elemento tan funcional como la valla, todo es posible. El espacio ganado a las ruinas con la nueva valla retranqueada llega a medir hasta 15 metros de ancho en algún tramo, entre la valla original y la nueva. Después vendrá el asfalto. El profesor Fernández Caro calcula que el terreno cedido puede ser de unos 4.000 metros cuadrados. Y esto significa «una desconsideración del delegado de Cultura hacia Itálica; y por parte del alcalde, una forma de saltarse a la torera las normas que preservan las famosas ruinas». Fernández Caro lamenta que se esté actuando de forma contraria y recalca que el futuro de Itálica es «seguir investigando, excavando y ganar alguna vez Vetus Urbs». La asociación Ben Baso considera que «no es cometido del delegado ceder un espacio público que, además, es un patrimonio que a todos pertenece, declarado Bien de Interés Cultural, para hacer una doble vía que se utilizará probablemente como aparcamiento, y sin cautela arqueológica alguna». La asociación ha pedido la paralización real e inmediata de las obras y la vuelta al estado anterior. Muchas veces este tipo de paralizaciones queda en una simple multa y prevalece el hecho consumado.

Esto es un ejemplo grave en la cadena de despropósitos en que está inmersa Itálica. «Santiponce es una ciudad sin ley», afirmaba recientemente otro arqueólogo de larga experiencia. No hay verdadero control por parte de la Junta en las obras que se realizan fuera de Nova Urbs, la ciudad nueva de Adriano: la que visitan los turistas, donde están las calzadas, las casas y los mosaicos a cielo abierto. Pero tampoco este sector parece muy controlado. La alarma suena precisamente ahora con la cesión de esta franja de terreno históricamente consolidado y preservado por ley desde hace décadas. Las contradicciones y los favores entre políticos siguen produciéndose a costa del patrimonio público, y más si les une un mismo signo, pues en este caso delegado y alcalde son del PSOE. Las obras fueron autorizadas por la Comisión Provincial de Patrimonio Histórico pero, matiza Fernández Caro que «hasta donde sabemos, falta el permiso de la Dirección General de Patrimonio».

En enero de 2008, a raíz del hallazgo de una preciosa cabeza de Venus cerca del Teatro romano, la consejera de Cultura anunció en caliente un plan para la expropiación de varias casas del entorno, pero poco después ocurrió lo contrario, se edificaron viviendas en esa misma zona, concretamente en la Necrópolis de la Vegueta. La historia del Santiponce moderno está plagada de irregularidades. Es una lucha continua entre el reclamo publicitario del privilegio de vivir en Itálica y la carga que para los políticos supone implicarse en la salvaguarda de unas «piedras ruinosas». Sólo así, sin implicación real y con la mente en otros menesteres, se explica que encima de esa necrópolis se haya plantado un bloque de pisos con el nombre provocativo de Teatro Nuevo y con el consentimiento de la Consejería de Cultura. Si el caso lo extrapolamos a Sevilla, lo más parecido sería el proyecto de las setas de la Encarnación. Cuando un político emplea la palabra sostenible en referencia al patrimonio histórico o al medio ambiente hay que echarse a temblar. La sostenibilidad que defienden suele ir unida a un concepto de progreso caduco y especulativo, y luego salen cosas cómo éstas o como las setas del Metropol-Parasol.

Recuerda el presidente de Ben Baso que «en las elecciones de 1979 el alcalde de Santiponce de entonces propuso sembrar patatas en la zona arqueológica de Itálica» y que «el actual concejal de urbanismo, ya en época cercana, quiso edificar una nueva línea de casas en la calle de la Fuente», donde hoy se ha ampliado el pavimento a costa de Itálica. Con esta mentalidad, que viene de antiguo, es fácil imaginarse la anécdota que cuenta Fernández Caro: «En 1980, cuando se preparaba el Libro Blanco de Itálica y durante una reunión del Ayuntamiento de Santiponce y el Gobierno sobre el control de la ciudad romana, la situación fue tan tensa que el historiador y arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro dio un puñetazo en la mesa y dijo: Señores: Itálica no es negociable».

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