29/04/2012. Historia y Arqueología. Sonia Borja.
De todo el material orgánico rescatado en las excavaciones del Carambolo se han seleccionado para su análisis dos grandes fosas de desechos donde más del 95% corresponde a vacas, cerdos, ovejas y cabras sacrificados a distintas edades. A estas especies domesticadas hay que sumar ciervos, jabalíes y conejos, adultos y viejos, animales salvajes cazados por ser dañinos para los cultivos agrícolas. Finalmente se registran caracoles similares a los que consumimos en la actualidad y escasas almejas finas y navajas.
La variedad de especies refleja el esquema normal de la alimentación básica de una comunidad de la época. No obstante, los basureros analizados ofrecen una densidad de carne muy superior a la que se documenta en los poblados coetáneos. Tampoco se encuentran huesos trabajados, objetos relacionados con el uso de los desechos y con la vida diaria en los asentamientos. Los huesos fueron enterrados en un breve espacio de tiempo desde que fueron cocinados. Todos estos detalles nos aportan diferencias, sin duda significativas, entre las costumbres cotidianas en las ciudades y las acciones de culto en los santuarios.
En la mayoría de los paleobasureros estudiados en el Suroeste de Andalucía los restos de vacas corresponden a hembras con edades de sacrificio comprendidas entre 3,5 años y 4 años, y a individuos con menos de 2 años; en muy pocas ocasiones hemos encontrado algún macho.
Sin embargo, en el sector analizado de uno de los basureros de El Carambolo, de 2,5 m3, hemos identificado 12 bóvidos adultos separados en dos grupos por sus tamaños: o eran machos y hembras o corresponden a dos poblaciones distintas de bóvido. En el primer caso tendríamos 6 hembras, 6 machos y 1 juvenil. La reconstrucción hipotética de la densidad total de animales que fueron arrojados al basurero completo, de unos 27 m3 de capacidad, nos ofrece 90 ejemplares de bóvidos divididos entre machos y hembras.
Por otro lado, un estudio preliminar de los huesos hallados en el denominado espacio 19, ofrece una presencia significativa de restos de bóvidos. Este espacio corresponde al patio central del santuario, donde se sacrificaban los bóvidos según la reconstrucción funcional del complejo desarrollada por los arqueólogos.
Todas estas consideraciones nos permiten relacionar las evidencias documentadas con los teóricos sacrificios rituales anuales de toros y vacas a Baal y Astarté más que con la alimentación ordinaria.
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