Petición.Justo un año después del robo de azulejos de Niculoso Pisano, el enclave monumental de Santiponce continúa necesitando una rehabilitación integral que no llega. La Asociación de Amigos del monasterio y el Consistorio están peleando por ello.
20/08/2017. El Correo.
De la investigación sobre el robo perpetrado hace ahora un año en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce, donde los ladrones se hicieron demasiado fácilmente con dos paños que contenían 392 azulejos de Niculoso Pisano datados en el siglo XVI, nada se sabe, lamentan Juan José López y José Velázquez, presidente y vicepresidente de la Asociación Cultural de Amigos del Monasterio de San Isidoro del Campo-Centuria Romana de Santiponce, respectivamente. «Desaparecieron en una noche casi 400 ejemplares únicos, manufacturados, de los primeros que se pusieron en Sevilla junto a los de Santa Paula y Santa Ana, que pesan al menos dos kilos cada uno», explica el vicepresidente de este colectivo sin entender muy bien cómo a estas alturas no se ha esclarecido un suceso que mantuvo cerradas las instalaciones durante un mes del pasado 2016.
Si algo bueno se puede sacar del que no es el primer expolio que ha sufrido este monumento –cuando los monjes lo abandonaron hubo quien se llevó espadas, cálices o ángeles lampareros–, es que ha ayudado en parte a aumentar las 33.000 visitas recibidas cada año por un enclave monumental que fue el primero de la provincia de Sevilla en ser declarado Conjunto Histórico-Artístico de Interés Nacional en abril del año 1872. «Pocas son», a tenor de lo que guarda en su interior este «gran desconocido», ubicado a apenas siete u ocho minutos de la capital hispalense, y que incluso llegó a sonar para ser escenario de la archiconocida serie Juego de Tronos –sí que lo ha sido en varias escenas de Allí abajo, una ficción televisiva de Antena 3–. Todo ello pese al «lamentable» estado actual que presentan algunas de sus dependencias.
A simple vista, tanto para el poncino de a pie como para el que lo ve desde la carretera N-630, parece poco más que «una iglesia abandonada». En el recinto existen zonas de riesgo máximo por desprendimiento de cascotes, oquedades y tratamiento con herbicidas que impiden la visita a la totalidad por motivos de seguridad. Por eso, y por la «falta de publicidad» que se le hace, este edificio es un «gran desconocido» al que, no obstante, llegan algunos visitantes quienes, salvo en las horas en punto durante los días programados de visitas, se encuentran la puerta cerrada. «Muchos, al verlo cerrado, se van. Y aunque si llamas te abren, con una sola persona en recepción es complicado mantener una frecuencia mayor de apertura», señalan López y Velázquez.
La escasez de medios que padece el monumento, por tanto, es un importante elemento disuasorio a la hora de atraer turistas: «No hay visitas guiadas y ni siquiera salimos en los itinerarios turísticos», se quejan estos vecinos poncinos. Ellos mismos, junto a otros miembros de su asociación, nacida en 1994 con el objetivo de difundir y concienciar sobre San Isidoro del Campo, se han ofrecido en varias ocasiones para enseñar el monasterio como estuvieron haciendo hasta, aproximadamente, el año 2002, momento en el que se abrió al público tras reformarse con fondos europeos. A partir de ahí, el monumento vivió un tiempo más próspero que no se prolongó demasiado «porque nunca se terminó de rehabilitar». No hay más que echar un vistazo a través de la puerta de cristales cerrada a cal y canto y que prohíbe el paso al claustro grande. «Este patio, que ahora es propiedad de la Junta de Andalucía y que albergó en su momento la cárcel de mujeres, la fábrica de tabacos y la maltería, tuvo visos de ser primero un parador y luego el Archivo General de Andalucía. Pero eso nunca sucedió y lo que sí parece que vaya a suceder es que se acabe derrumbando», explica Velázquez.
De ahí que la asociación haya tenido que «volver a dar el callo» para pelear por que el enclave se ponga en valor. Con ese fin ha visto la luz una mesa de trabajo para el estudio, difusión y protección del enclave, constituida por el historiador Pedro Respaldiza, la asociación que presiden Juan José López y José Velázquez y otros colectivos como Adepa, Ben-Baso, Niculoso Pisano así como los grupos políticos locales del PSOE, PP, IU, PA, Podemos y Ciudadanos. Una de las últimas acciones de esta mesa ha sido presentar una moción en el Ayuntamiento de Santiponce, aprobada por unanimidad el pasado mes de junio y que instaba, entre otras cosas, a las diferentes instituciones –Junta de Andalucía, principalmente– a recuperar de manera integral el monasterio solicitando al Ministerio de Fomento el 1,5% Cultural, siguiendo el ejemplo de municipios como Écija, donde el Consistorio lo ha solicitado en varias ocasiones para arreglar el Palacio de Peñaflor.
Por el momento, la alcaldesa poncina, Carolina Casanova (PSOE), contactada por este periódico, no tiene constancia de que esa solicitud se haya elevado al Gobierno central pese a las numerosas peticiones que su equipo de gobierno ha hecho a la Junta y a que el plazo para presentar los proyectos finalizaba el 17 de agosto.
Riqueza interior
Más allá de las vicisitudes a las que hace frente el monasterio de San Isidoro del Campo, su visita es absolutamente recomendable. La entrada es libre los martes, miércoles y jueves de 10.00 a 15.00 horas, los viernes y sábados de 10.00 a 19.00 horas y los domingos y festivos –otro logro de la presión de sus defensores, pues antes no se abría en esos días– de 10.00 a 14.30 horas, mientras que los lunes permanece cerrado.
Eso sí, si puede, vaya acompañado de alguien que tenga los conocimientos suficientes para enseñarle en profundidad la riqueza que atesora y que ahora mismo solo puede apreciarse vagamente gracias a carteles explicativos repartidos por estancias como el impresionante Claustro de los Muertos, el de los Evangelistas, la hospedería, el refectorio o la sacristía. Hágalo con quien sepa que en todas ellas predominan los estilos arquitectónicos gótico y mudéjar, pero que también es posible encontrar detalles barrocos o renacentistas.
Planifique la visita con alguien que le explique particularidades como que fue el principal foco reformista del reinado de Felipe II, donde se leyeron libros prohibidos por la Inquisición y donde muchos de sus monjes fueron ajusticiados en autos de fe; que las pinturas murales que pueden observarse en los claustros fueron fundamentales para el estudio de la pintura sevillana del siglo XVI; o que la considerada por muchos la obra cumbre de Juan Martínez Montañés, el San Jerónimo Penitente, descansa en el retablo mayor de la iglesia del monasterio, «un conjunto lleno de armonía, equilibrio, elegancia, virtuosismo y proporción», destaca la asociación.
Solo entonces podrá comprender la importancia patrimonial, social, cultural e incluso económica que tendría para el municipio sevillano que lo guarda un monasterio que quiere sobrevivir pese al expolio sufrido.
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