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Dólmenes de Antequera: Un proyecto de musealización pionero

AURORA VILLALOBOS GÓMEZ / DOCTORA ARQUITECTA Y ACADÉMICA DE NÚMERO DE LA REAL ACADEMIA DE NOBLES ARTES DE ANTEQUERA
17/07/2016. Diario Sur.

El Sitio de los Dólmenes de Antequera no sólo es universal y excepcional porque representa una obra maestra que aporta un testimonio único sobre la Prehistoria sino porque ilustra, a lo largo de su vida como yacimiento arqueológico, una forma pionera de entender el patrimonio como un equilibrio entre las necesidades de los bienes y las prestaciones de los usuarios.

Su historia como proyecto cultural prioritario se remonta a 1896 cuando, tras ser declarado Monumento Nacional el dolmen de Menga, el Ministerio de Fomento encarga, primero al arquitecto conservador de la Alhambra y posteriormente al director de las obras de la Catedral de Sevilla, un proyecto de conservación que incluye el que habría sido en España el primer museo de sitio de iniciativa pública y, por supuesto, el único dedicado a la Prehistoria. Aunque finalmente no llegara a ejecutarse es importante porque su mero planteamiento posiciona Menga a escala nacional, dando idea de un ambicioso proyecto de turismo cultural para un selecto público de investigadores. Queda en el imaginario de los dólmenes como la primera propuesta de musealización, donde a las actuaciones de conservación (de la materialidad del bien inmueble) se unían las de exposición (de los bienes muebles asociados).

El siguiente episodio estratégico para la comprensión patrimonial de los dólmenes de Antequera es en 1989, tras las transferencias en materia de Cultura a las comunidades autónomas y en plena redacción de la primera Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía. La Consejería de Cultura quiere significar la importancia del yacimiento a escala regional con la construcción de un museo y la adecuación de su recinto, en un nuevo contexto de borde urbano ampliado tras el descubrimiento del dolmen de Viera. Es el primer proyecto ejecutado, bajo el paradigma de una época que confiaba la musealización de los bienes arqueológicos a la dotación de una infraestructura museística que pusiera el acento en nuevos servicios para la ciudadanía.

En el año 2004 se produce un punto de inflexión con la incorporación del primer director del Conjunto Arqueológico, quien impulsa la planificación de las actuaciones por medio de un plan director redactado por un equipo interdisciplinar. Consciente de que en un yacimiento visitable es preciso definir el modo de presentación al público a partir de los resultados de la investigación, se toman una serie de decisiones cruciales que transforman la percepción heredada del yacimiento como son despejar de vegetación la zona monumental para dejar a la vista los túmulos -en su condición de colinas artificiales- y replantar vegetación autóctona en el entorno del edificio -para dar continuidad al área arqueológica con el paisaje de la vega-. Las actuales recomendaciones de Icomos coinciden en esta línea de trabajo de explicitación in situ de los valores culturales descubiertos en el fenómeno de monumentalización paisajística.

En definitiva, esta trayectoria nos recuerda que el patrimonio es una construcción social por la que las personas se identifican con determinados bienes del pasado que quieren disfrutar en el presente y conservar para el futuro, estén o no declarados oficialmente. De este modo nuestra mirada sobre los dólmenes se convierte en un permanente ejercicio de memoria y contemporaneidad por el que, desde el umbral, nos relacionamos con esas arquitecturas del pasado que nos siguen invitando a preguntarnos sobre nosotros mismos al tiempo que a entablar relación con un paisaje vivo. Es un Patrimonio que se muestra como ‘presentes sucesiones de Presente’ en el que cada época inevitablemente deja su huella. Sin duda, la del siglo XXI será su declaración como Patrimonio Mundial.

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