La arquitectura dolménica de la provincia onubense es el interesante resto de una cultura y una época pasada que suscita incertidumbre acerca de su forma de ser.
18/02/2018. Diario de Sevilla. PEDRO RODRÍGUEZ GÓMEZ
Retrocedamos en el tiempo unos 6500 años, hasta el año 4500 a.C. hasta una época poco conocida a la par que interesante y aunque no había escritura por esos entonces ni se dominaban los metales, ya el ser humano dejaba su impronta en el paisaje onubense a través de las primeras arquitecturas.
Es la alta Edad de Piedra, un rico periodo de transición entre el Neolítico y la Edad de los Metales. No son pocos los ejemplos de arquitecturas, a las que llamamos dólmenes, los que hallamos desde el norte al sur y desde el este al oeste de nuestra provincia, los encontramos en Trigueros, Zalamea la Real, Beas, Valverde del Camino, Aroche, El Rosal de la Frontera, Santa Bárbara de Casa, Niebla, San Bartolomé de la Torre o también vestigios en forma de petroglifos (grabados en piedra) de Villanueva de los Castillejos o Santa Ana La Real pero ¿qué pensamiento motivó su construcción? ¿Qué nos quieren decir?
Se nos viene a la mente cuando oímos hablar del hombre primitivo, un hombre de abundante pelo, vestido con harapos hechos de pieles de animal y que vivía en cuevas pero la prehistoria es una etapa muy larga y los hombres primitivos que desarrollaron estas arquitecturas a las que antes me refería, son más parecidos a nosotros que a estos estereotipados "cavernícolas". Eran personas muy inteligentes, con una fuerte organización político-social, que ya vivían en poblados estructurados y que conocían técnicas de ingeniería bastante avanzadas que les permitían mover grandes y pesadas piedras a pesar de no conocer aún el uso de la rueda.
Los habitantes de la Huelva de entonces ya habían dejado de lado el nomadismo, es decir su vida no se centraba ya únicamente en seguir las rutas migratorias de animales (potencialmente cazables) sino que estaban asentados y cultivaban la fértil tierra de las diferentes comarcas de Huelva. En el momento que comprendieron que era más fácil domesticar animales que perseguirlos, la ganadería se convirtió en un arma de vital importancia para aumentar su calidad de vida, su avance natural como ser dominante y como individuo que pertenece a una sociedad. Desarrollaron en consecuencia el sedentarismo y con él, el principio de un desarrollo cultural sin precedentes en la historia que llega hasta nuestros días, el principio de los asentamientos humanos. Es una época en la que el ser humano ya domina su entorno por completo pero no hubiera sido posible sin un gran aliado, un clima regular año tras año, de temperaturas suaves y con estaciones marcadas, condiciones climáticas que el ser humano disfrutaba desde el 10000 a.C. aproximadamente con el fin de la última glaciación. Ventajas que fueron favorables para ir desarrollando desde la fecha mencionada, formas de vida y de subsistencia antes inimaginables. Gracias a todo esto se garantiza el alimento a corto, medio y largo plazo, dándonos a entender que es una sociedad rica, compleja, que maneja a su antojo el medio que le rodea pero sobre todo que lo cuestiona y que para buscar ciertas respuestas construye esta inquietante arquitectura lítica.
Situado el lector en este contexto, éstas construcciones de piedra que encontramos a lo largo y ancho de nuestra provincia, están denominadas como dólmenes si sus partes (ortoestatos) están dispuestas en arquitrabe y pueden ser de galería, de corredor o simple (todo cubierto de tierra a modo de montículo artificial con una pequeña entrada o pasillo), crómlech si simplemente están clavadas en el suelo haciendo formas geométricas circulares o rectangulares o menhir si solo es un gran ortoestato clavado al suelo. Hay de todas las variantes en nuestra provincia. Son el testigo mudo de un tiempo relativamente cercano del que solamente podemos intuir, descifrar o imaginar su significado haciendo un análisis de lo que se ha encontrado en su interior y/o alrededores. Intuimos (ya que aún no había escritura) que se trata de enterramientos por la cantidad de huesos humanos que se han encontrado en su interior y todo apunta a que fueran enterramientos colectivos o de ciertos personajes destacados en un determinado asentamiento. Estas sociedades megalíticas desconocían que pasaba con el "ser" de la persona que fallecía pero a través de estos monumentos funerarios le dan un importante lugar a los restos corpóreos en su entorno geográfico. Ésto pone de manifiesto la sensibilidad y la importancia que el ser humano de esta época le daba al concepto de la muerte, es palpable que le intriga no saber pero en un proceso de aprendizaje y autoconocimiento plasma su pensamiento a través de esta arquitectura.
Muchos de los restos que han sido encontrados en el interior de estas construcciones están en postura fetal, señalando que es probable que interpretaran la muerte como una vuelta al origen de sus días, como si para ellos la muerte fuera el retorno al principio del ciclo vital que la madre naturaleza tiene para nosotros (si observamos con detenimiento, es increíble la similitud de algunas de estas estructuras con el útero materno, como por ejemplo el Dolmen de Soto). Estas personas sabían que la naturaleza siempre es cíclica, sus vidas dependían de ese ciclo, vivían en el entorno con una conexión, que nosotros humanos modernos, no podemos ni siquiera imaginar, eran parte intrínseca de ella, de un todo.
La arquitectura dolménica onubense es el interesante resto de una cultura y una época pasada que nos suscita inquietudes e incertidumbres acerca de su forma de ser. Os invito a conocer este rico mundo y a que os cuestionéis el porqué, el cómo y el para qué de estos restos para que forjéis vuestras propias conclusiones y recordad… No tenemos ni un solo documento escrito de la época que nos diga a ciencia cierta qué son…
Llamad antes al ayuntamiento en cuestión para que os orienten sobre dónde están exactamente y cómo visitarlos con seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario